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Tierras de la memoria, Felisberto Hernández



El escritor uruguayo Felisberto Hernández apareció de repente en la Morgue de Rigor Mortis. Lo primero que hizo fue quejarse del frío extremo que hay en el anfiteatro y de los gritos de la Señora V.


Luego se sentó sobre la plancha metálica de las biopsias y nos contó anécdotas. La Chica Llamada Cuervo, Boni y yo cruzamos miradas de interrogación: no sabíamos quién lo había invitado y nadie le pidió que nos contara ninguna historia.


El inicio de su relato fue confuso. Lleno de palabras comunes en su país de origen, pero desconocidas para nosotros como "pollera", que para nosotros significa falda; "paño", que es una toalla; "medias" que son calcetines; y "afanar", palabra que ellos utilizan como sinónimo de robar.


Cuando logramos acostumbrarnos a su lenguaje y a su ritmo el relato se volvió apasionante. Con historias reales, pero que de un momento a otro se tornaron fantásticas.


Cualquier objeto que nombraba podía encerrar recuerdos y hacerle revivir sensaciones.


Así navegaron las historias de Felisberto Hernández, entre lo serio y lo absurdo, de lo obvio a lo confuso, de lo trágico a lo humorístico y de lo rutinario a lo memorable.


Al final salió de la Morgue sin despedirse, pero se quedó en nosotros, como cuando cierras un libro que acabas de terminar de leer y te deja reflexionando.



 

Felisberto Hernández nació el 20 de octubre de 1902 en Montevideo, Uruguay.


Fue compositor, pianista y escritor. Sus obras fueron consideradas en un inicio como de literatura fantástica, las cuales estaban basadas en su mayoría en reflexiones sobre sí mismo.


Trabajó como pianista en varias salas de cine mudo y como pianista itinerante entre Uruguay y Argentina, profesión que abandonó para convertirse en escritor de tiempo completo.


Es considerado el maestro de Julio Cortázar y de Gabriel García Márquez.


Falleció el 13 de enero de 1964 en Montevideo.




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