Corre
La lluvia sobre mí, la casa brilla en cada gota de lluvia y los truenos lanzan conjuros esta noche. Tic-tac-tic-tac... el reloj en la sala. Tic-tac-tic-tac... Ella ha regresado y me ha servido un chocolate caliente. Mi cuerpo mejora sin medicina alguna. Las ámpulas en la piel secan sin dejar cicatriz. Gracias, le digo sin saber adónde dirigir mi agradecimiento. He podido permanecer en mí durante días. Dejé de escribir el diario, no quisiera que lo encontrara y pasar nuevamente por su abandono. Eloísa pide venir a verme, la entrega del próximo libro se aproxima y con esta desaparición la imprenta se ha retrasado. Digo que este tipo de relatos son los que crean el mito del escritor. Por Dios Victoria, tú sólo estuviste enferma durante meses y no tuviste la cortesía de levantar el teléfono o abrir la puerta. Le he dicho que llegue antes de la cuatro, que en la noche la ciudad es peligrosa.
No sé cómo comenzar siquiera la charla. Yo nunca he escrito nada. Yo sólo he firmado el contrato y recibido el dinero en mi cuenta, pero de ahí que pueda escribir una historia y ser vendida, existe un abismo de imposibilidades. Aunque podría comenzar diciendo: Hola, se ha posesionado de mí un espíritu que me hace escribir relatos fantásticos, que por cierto, tú me pagas. Si ese espíritu no se manifiesta y escribe no podré cumplir el contrato. Por cierto, casi termino podrida en mi cama. No fue falta de cortesía el no contestar. Ella me lo impidió. ¿Quién podría creerme? Incluso yo me pregunto si es real lo que me sucede.
Eloísa llegó en punto de las siete. Siempre es un riesgo que cualquiera visite mi hogar al anochecer. Aún convaleciente le abrí la puerta. Entró con el celular en altavoz y miles de papales en la mano. Desordenada y neurótica podrían ser las dos características principales de Eloísa. No sabe mucho de casi nada, aunque sabe hacer mucho dinero de las ventas de libros y los lee todos, podría decir que es casi imposible hablar con ella. Me pregunto si es como yo, incapaz de cualquier acto poético pero que firma los libros de una autora anónima.
Algo pasó en el baño. Eloísa salió alterada, casi corriendo de la casa. Dejó los papeles sobre la mesa. Deberías hacer una limpia, fue lo que dijo. Cuando subí a la habitación encontré un pequeño papel en la almohada: Corre, es todo lo que decía. ¿Han visto mis ámpulas en los pies? Y lancé una carcajada. ¿Qué habrá visto? El espejo del baño se encuentra estrellado como si alguien lo hubiese golpeado desde su interior. El mundo de los espejos no me gusta. Evito verme en ellos después de las siete, uno no sabe qué tipo de reflejo va a encontrarse. Pienso que si pudiera escribir una buena historia podría liberarme de la casa, del contrato y de esa mujer que en las noches llega a mi habitación y escribe.
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