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The Lighthouse, un nuevo Prometeo

La Señora V y yo decidimos salir un día de la Morgue.

Nos vestimos como seres normales y nos escabullimos fuera de la casa. El mundo humano es tan raro. Yo la tomaba de la mano para que pudiera ver a través de mí y cubría mis plumas con una capa.

Caminamos hasta un cine y nos sentamos en la fila de atrás. Una vez que las luces estaban apagadas logramos ser libres y ella pudo sentarse en el piso para que su cabeza enfocara a la pantalla (problemas de tener la cabeza al revés).


Sin saberlo, habíamos llegado a ver una película sobre la vida en la oscuridad. Es increíble cómo unos minutos en la luz curan la locura que transcurre en las sombras. La obsesión de los personajes por tener esos instantes de tranquilidad los lleva hasta un límite en el que se cuestionan si su existencia es real, si están viviendo un sueño o una alucinación.


Nos envolvimos en un mundo que parecía creado por la Dimensión Desconocida y Edgar Allan Poe, nos convencimos de que estábamos en ese universo donde los monstruos del mar existen y crean maldiciones que condenan a quienes les faltan al respeto (ojalá nosotras supiéramos hacer eso).

Así, poco a poco, vimos al personaje principal, cuyo nombre cambia conforme avanza la historia, convertirse en un nuevo Prometeo que busca la luz, el conocimiento y al final sufre las consecuencias de sus actos.


La película narra esta historia llena de pequeños relatos dentro en los que puedes adentrarte y perder la cabeza junto con ellos.


Al finalizar se prendieron de nuevo las luces y volvimos a nuestro escondite.

Caminamos de vuelta decididas de que nosotras habríamos hecho exactamente lo mismo por alcanzar el conocimiento y tener unos instantes en la luz.



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