Ella tenía prisa por vivir.
La llamo "Ella" porque si la llamo por su nombre sería como verme en un espejo donde no quiero estar, porque al decir su nombre veo reflejada a la chica que tengo debajo de la máscara, a esa chica que a diario sufre por ocultarse y a quien la vida se le escapa a cada minuto.
Ella, quien creía que podía ser inmortal, que todos los minutos la iban a esperar mientras su mundo se derrumbaba, llegó una mañana a la Morgue envuelta en una bolsa negra donde nadie dentro puede respirar.
Abrimos su cuerpo, yo sabía su nombre, conocía cada parte de su piel y de su cerebro, pero cerré los ojos mientras que los demás la examinaban. Lloré mientras la recordaba en la ventana viendo el mundo afuera imaginando cómo sería ser parte de él; mientras se prometía a sí misma que algún día saldría allá afuera y lo lograría todo; pero al momento en que pudo hacerlo fue cuando su cuerpo ya no respondía más.
Los años la alcanzaron, la prisa por vivir se esfumó en un lapso de minutos de vida que tuvo. Fueron intensos, fueron todo lo que ella siempre quiso, sin embargo, fueron los mismos minutos que la trajeron hasta la Morgue y de vuelta a mí.
Yo la visité en su cama cuando el cuerpo le dolía y los sueños no eran lúcidos, la visité en el hospital cuando tenía un tubo dentro de su garganta, y ahora ella me acompaña en la Morgue mientras alguien la desnuda usando guantes de látex.
Ella, quien siempre juró vida eterna, quien nos prometió que la veríamos volar algún día y dominar el mundo, ahora yace frente a mí en una camilla fría. Sus ojos negros están cerrados, las arrugas han cubierto su rostro y el blanco su cabello. Ella ya no está aquí.
La etiqueta de su pie no dice su nombre, yo debo de anotarlo, pero no puedo. ¿Cómo decirle que los monstruos que la acompañábamos sólo éramos eso? Acompañantes, que nunca intervenimos en su vida ni jamás añadimos días. Estuvimos ahí cuando perdió los minutos, cuando olvidó la vida, pero ninguno de los monstruos pudo salir de su cabeza para levantarla de su silla de ruedas, ninguno de nosotros fue lo suficientemente fuerte para agregar días de vida, sólo la miramos morir y la recibimos de vuelta aquí en la Morgue.
Es tiempo de despedirme de Ella, la abrazo con mis manos sin látex y llenas de plumas y Ella sonríe. Dicen que todavía nos escucha, que su oído no se ha muerto, así que me acerco y le cuento un secreto mientras que con una mano rompo sus costillas para llegar al fondo de su cuerpo.
La he atravesado por completo, ahora Ella ya no existe, no hay más etiquetas que llenar ni nombres que recordar, sólo será "Ella" en mis recuerdos.
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