Naranjas Sangrientas
El comisario Contreras me invitó a tomar un café para contarme un extraño caso que tenía.
-¿Escuchó el rumor en el pueblo sobre el árbol maldito, Edgard?
-Como todos. ¿Qué hay de cierto en eso?
-Pues verá. Al principio pensé que eran habladurías. Como todos insistían con el tema, me acerqué a la estancia donde se encuentra, y de veras me sorprendí. ´
´Es un viejo naranjo, en las tierras de los Benítez. Gente muy rica y poderosa. ´
´Los nudos formaban realmente un rostro horrorizado. Impresionaba verlo. Pero lo más extraño de todo, eran sus frutos: en vez del color normal, el interior era rojo. Además, tibio. Y los que probaron su sabor, dijeron que sabía a carne en mal estado. Y a eso es a lo que olían. ´
´Por las noches, los nudos del tronco que se asemejan a los ojos de la cara de madera, exudando lágrimas de sangre. ´
´En la copa del árbol anidaban pájaros carroñeros, que comían los espantosos frutos, y estaba habitado por toda clase de alimañas. ´
´De huecos del tronco salían arañas venenosas en cantidades increíbles, y víboras también. ´
´Le atribuían al inquietante naranjo la muerte de sembrados y animales dentro del campo de los Benítez.
-Qué fenómeno tan raro, Contreras… -Eso no es todo, Edgard. Hace un par de meses que había desaparecido un trabajador rural de la zona, que vivía con su esposa e hijos en un humilde ranchito. Esteban. Muy pobre. Trabajaba para los Benítez. Un día, se enfermó, el pobre, y el capataz no le tuvo piedad. Lo despidió. Pasó de la pobreza a la miseria. ´
´Para desesperación de su mujer, el hombre salió una noche, y no regresó nunca. ´
´Lo buscamos por todos lados. Sopesamos la posibilidad de que hubiera huido, abandonando a su familia, pero no se había llevado su ropa. ´
´La cuestión es que su esposa decía que algo debió de ocurrirle, que jamás hubiera dejado a sus hijitos, y hasta ese entonces, no teníamos ninguna pista de su paradero. ´
´Pero ayer, Ramona, la cocinera de la estancia, vino a hablar conmigo, desecha en lágrimas. ´
´Me contó que Esteban volvió al lugar varias veces rogando trabajo. Hasta de rodillas se puso, implorándole al capataz que volviera a contratarlo, contando el hambre que sufrían los suyos. ´
El hombre, Torcuato, no tuvo piedad, y lo echó como a un perro sarnoso.
´´Un par de veces a la semana, alguien se colaba en el predio, y robaba gallinas, huevos y fruta. ´´
Ramona me contó que desde la ventana de su habitación, había reconocido al ladrón: era Esteban, que desesperado, quería llevarle algo de comer a los suyos. Y aunque no estaba de acuerdo bajo ningún punto de vista con el robo, decidió callarse, y armarse de valor para rogarle personalmente al patrón que le pidiera a Torcuato que contratara nuevamente a Esteban.
Le ponía muy triste su desesperación.
´´Esperó que don Benítez volviera de unos trámites que lo atareaban en la ciudad para hablar con él, pero quiso la desgracia que la desesperación de Esteban le hiciera ingresar nuevamente a la madrugada a perpetrar sus robos.
´´Ramona lo vio, bajo la luna llena, una vez que saqueó el gallinero, sin ser molestado por los perros, que lo conocían y apreciaban, cómo intentó trepar el naranjo, para llevarle fruta a sus hijitos. ´
´Entonces, sintió el disparo en medio de la noche, y observó horrorizada cómo cayó de las ramas al suelo, ya muerto. ´
´Entonces apareció en escena Torcuato, con un rifle, acompañado por un peón, de muy mala gana, al que obligó al cavar una fosa bajo el naranjo, y enterrar allí a Esteban. ´
´Desde entonces, según Ramona, el árbol cambió, como si se alimentara del cuerpo y la tristeza del malogrado Esteban. Me dijo que no le importaba ya perder su trabajo, por lo que había guardado silencio, pero que no podía más con su consciencia atormentada, ni con la visión del árbol maldito. ´
´Así que conseguimos urgente la orden de allanamiento, y bajo el estupor absoluto de don Benítez, cavamos al pie del naranjo, encontrando un cadáver putrefacto totalmente rodeado de raíces que lo atravesaban íntegro. ´
´Se pudo reconocer la identidad prontamente por la medallita de San Cayetano que llevaba desde niño, regalo de bautismo. ´
´Arrestamos a Torcuato, que no confiesa la identidad del peón al que presionó para transformarlo en cómplice del asesinato. Ramona tampoco dice nada a respecto. Arguye que no lo reconoció por la falta de luz. Sé que miente. Pero no es importante, a esta altura. Yo sospecho que es el hijo de ella, concebido con el patrón, siempre en secreto ese detalle… ´
´Más allá de la tragedia, le cuento, Edgard, que una vez retirado el cuerpo del pobre Esteban, al árbol se le borraron los extraños nudos que parecían facciones humanas. La fruta volvió a ser normal, y se esfumaron los malos bichos que lo habitaban. Ahora resta esperar que dejen de enfermar animales y malograrse las cosechas. ´
´En cuanto a la familia de Esteban, tuvo el magro consuelo de saber la verdad de su ausencia. Cuando terminen los trámites forenses, a usted le tocará hacerle el velatorio. ´
´Don Benítez, al menos, le dio trabajo a la esposa, y un lugar en la estancia para ella y los niños. ´Me tomé el atrevimiento de arrancar una naranja del árbol antes de que volviera a la normalidad, para traérsela a usted.
La tomé, y me estremecí. Estaba tibia, y parecía palpitar. Pero en la energía que percibí del fruto, entendí que el alma de Esteban ya descansaba en paz.
Obviamente, pasaría a mi colección, aunque seguro pronto mutaría en algo benévolo, sin la afiebrada angustia que la amargura de Esteban nutrió a través del árbol.
Ustedes sacarán las conclusiones de esta historia, mis amigos. Así como no se justifica robar, yo no justifico los corazones duros y faltos de empatía.
Revisen la fruta antes de comerla… Los espero en La Morgue, como todas las semanas.
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