LOS MONOS SABIOS
Me llegaron dos difuntos para un velatorio conjunto.
El comisario Contreras me contó los pormenores del deceso del matrimonio.
La pareja fue descubierta pocas horas después de su muerte por una vecina, que asombrada por la ausencia de Elisa a una partida de cartas que jugaban siempre en día y horario determinado, fue a inspeccionar la casa. Al no contestar al llamado, entró con una llave que Elisa escondía en una maceta, tal como se lo mencionara ella misma.
Al ingresar en la vivienda, un grito de horror brotó de su garganta: Elisa estaba acomodada en una silla, junto a Darío, su esposo.
A Elisa le faltaban los ojos, las orejas, y la lengua. A Darío, pese a que la sangrienta impronta dejada con la mutilación confundía un poco, le habían cercenado los genitales.
En la blanca pared del salón, escrito con sangre, se leía un cartel, con enormes letras:
´´He aquí a los monos sabios, que, aunque debieran ser tres, o cuatro en mi perspectiva, dejo solo dos´´.
Anoticiada por la pobre vecina choqueada, la policía constató que faltaba la hija del matrimonio, Macarena. No se sabía si había sido víctima del ataque, también, o pasaba a ser sospechosa del crimen.
Al ser menor de edad, se difundió una búsqueda de la muchacha, en condición de desaparecida.
Cuando faltaba poco para iniciar mis labores junto a Tristán, mi ayudante, tocaron a la puerta. Mi amada Aurora acudió al llamado, y me avisó que traía un visitante.
El brillo en sus ojos me dio a entender que era importante.
Un muchachito muy menudo, de aspecto frágil y mirada febril, parecía rogarme atención.
_Tome asiento, joven, por favor. Y dígame en qué puedo ayudarle.
_Antes que nada, señor Edgard, le cuento que vine aquí porque conozco a su novia,
y confío de antemano en usted.
Se quitó el gorro, y cayó sobre sus hombros la melena apresada por él. Con sus ropas masculinas, había simulado ser varón, la jovencita.
_Soy Macarena, la hija de la pareja asesinada, que están buscando por todos lados.
´´Pronto desapareceré con otra identidad, pero quiero compartir mi historia con
alguien de confianza. Aurora me dio a entender que usted es la persona indicada.
´´Yo maté a mis padres. Les puse un sedante muy fuerte en el té de la tarde, y cuando
estuvieron desvalidos y mareados, se encontraron amarrados a las sillas donde
perecieron.
´´Los torturé vilmente. A mamá le arranqué los ojos, le perforé con un punzón los
oídos, le corté las orejas y la lengua. Y a papá, lo despojé con un afilado cuchillo de
sus partes viriles.
´´Así como lo cuento, sé que suena horroroso, pero créame, Edgard, que fue la
consecuencia de una tortura que vengo tolerando desde que entré a la adolescencia.
´´Papá comenzó, no bien me desarrollé, a tener una conducta impropia conmigo.
´´Sus caricias y cariños se transformaron en manoseos desubicados.
´´Después de eso, fue una espiral ascendente de situaciones espantosas. Cuando era
inminente que el accionar de mi padre terminara en violación, asombrada de que
mamá no reaccionara con lo que era obvio a simple vista dentro de mi hogar, acudí a
ella para pedirle ayuda.
´´Mi madre me abofeteó. Me dijo que yo era una degenerada, con pensamientos
impuros, y que si mi padre obraba de una manera extraña, seguramente era porque mi
impudicia y provocación lo llevaban a eso, y que ella en particular, como no había
visto, ni escuchado nada al respecto, tampoco hablaría nunca del tema, que debía
morir entre las cuatro paredes de mi hogar. Me amenazó con hacerme internar como
demente si yo divulgaba ´´mis mentiras sucias´´.
´´Y creo que me llevaron a un estado cercano a la demencia, por terminar haciendo lo
que hice con ellos. Fue una locura espantosa, pero no me arrepiento.
´´Aurora, aunque no sabe la totalidad de mi historia, me consiguió documentación para
comenzar nuevamente en algún otro sitio.
Abrió su mochila enorme, y sacó de ella unos frascos, donde flotaban las partes faltantes de los cuerpos cuyo velorio oficiaría.
´´Le dejo esto, señor Edgard. Aurora me contó que usted ayuda a las almas a encontrar
la paz. Y ellos lo van a precisar con desesperación, por la horrible manera en que
fallecieron. No digo que los perdono, pero ya hubo suficiente dolor.
Sacó una estatuilla y me la tendió. Era una parodia de los monos sabios, porque además de los famosos tres, tapándose la boca, ojos y oídos, un cuarto se cubría la zona genital.
Lo había visto en una serie televisiva. No sabía que se vendieran.
_Compré por internet este cacharro. Creo que ilustraba mi odio, como me sentía,
hasta que estallé y obré como usted ya conoce. Se la dejo también. Le ruego, Edgard,
que no me delate. Es horripilante lo que hice, pero me sentí obligada por el asco y la
desesperación. Libere, si puede, por favor, las almas de mis padres. Supongo que con
la muerte que les di, se puede dar por pagados sus pecados en vida.
La pobre niña ya se alistaba para retirarse. Otra vez había escondido su cabellera dentro de la gorra. Tenía una mirada de tristeza y desolación absoluta.
_¿Realmente deseas marcharte, niña? Puedo hablar con las autoridades, y procurar
justicia para ti…
_Necesito hacerlo. Ya no creo en la justicia de los hombres. Mi propia madre me dio
la espalda, cuando tuvo la oportunidad de frenar esta locura. Quiero recomenzar.
´´Lo que quedaba de mi viejo yo, Macarena, lo dejo con usted en los frascos y la
figura de cerámica. Espero que al cambiar de nombre, en algún sitio lejano, como
mayor de edad, con los documentos que me procuró Aurora, pueda resurgir de mis
cenizas. Una parte muy grande de mí ha muerto en mi interior.
Los ojos de la muchacha estaban llenos de lágrimas. Me sentí impotente. Solo atiné a abrir un cajón de mi escritorio, y ofrecerle un dinero, que, si bien no me sobraba en lo absoluto, a ella le haría más falta.
Lo recibió avergonzada. Luego me abrazó, hizo lo propio con Tristán y Aurora, al salir de mi oficina, y se marchó, con su disfraz de muchachito, dejando para mi colección los restos mutilados de sus funestos padres, y la cerámica de los monos sabios con su ambiguo mensaje.
Tendría que batallar mucho para que las sórdidas almas de la pareja hallaran el descanso eterno. El crimen que los unía, era prácticamente, bajo mi perspectiva, imperdonable.
No me corresponde a mí juzgar, pero no puedo evitarlo…
Amigos: jamás seamos ´´monos sabios´´. Si somos testigos de cualquier injusticia o aberración, debemos obrar en consecuencia. El silencio nos transforma en cómplices de un crimen, fuere cual fuere su naturaleza.
Los invito una vez más a acompañarme en una visita por La Morgue. Según como lo vean, puede ser la entrada a un mundo de pesadillas, o una valiosa enseñanza.
Los espero.
@NMarmor
Edgard, el coleccionista
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