LA HACEDORA DE DIABLOS
Aurora me trajo a mi oficina a una chica en plena crisis de nervios, que lloraba y se tapaba los ojos.
Cuando logró serenarse, Aurora le pidió que me contara su historia.
María Luna era una compañera del grupo de adoradores de la Pacha Mama. Desde niña tenía “el don”, pero siempre reprimido por la intervención de su madre y su abuela, que le decían que era peligroso darle rienda suelta, ya que el poder que manejaba podría dar vida a los demonios.
Así que cada vez que su instinto le mostraba algo ajeno a la realidad, o la instaba a mover su energía hacia el exterior, ella lo negaba, y lo guardaba dentro de sí.
Pero al llegar la adolescencia, con las hormonas y la rebeldía, la joven descontroló ese enorme caudal de poder, que conseguía tener dominado con los consejos de los adoradores de la tierra.
Ese día su novio la decepcionó con una infidelidad. La intensidad de sus emociones la desbordaron, y su energía se volcó hacia un camino oscuro.
--Sentí un dolor enorme. Una rabia tremenda. Un odio desmesurado. Grandes deseos de venganza. Me afloró una envidia malsana por esas chicas con parejas fieles y sin problemas. Y un despecho gigantesco.
Me vibraban en el pecho esos pensamientos, y salieron de él transformados en rayos de luz, que, ante mi absoluto asombro y terror, se transformaban en campos de materia oscura, e iban cobrando formas horrendas. Todos mis malos pensamientos transmutaron en monstruitos, del tamaño de duendes, uno más horroroso que el otro, a cuál más abyecto y ruin.
Quise controlarlos, pero se rieron en mi cara, diciéndome que yo les había dotado del combustible necesario para entrar al plano terrenal, y que esta noche, se apoderarían del pueblo para realizar una masacre, comenzando por quién provocó el “milagro” de sus existencias.
Ahora estoy aterrorizada. No sé de qué son capaces esas horribles criaturas. Si ocurre algo malo, yo seré la responsable.
--No es así, María Luna. Tu madre y tu abuela, en vez de reprimir tu don, debieron enseñarte cómo manejarlo: ellas lo tenían, y sabían las consecuencias de un poder mal utilizado.
Es normal que te hayas enojado. No buscaste materializar demonios. Pensaremos alguna solución.
Son seis los entes, ¿verdad?
--Sí. Seis pequeñas abominaciones con colmillos temibles, garras espeluznantes, ojos malignos, y una agilidad salida del mismo infierno.
--Tú que conoces las leyes de la tierra, Aurora, ¿sabes cómo invocarlos, para traerlos hacia nosotros?
--Sé hacerlo. Pero recién con la caída del sol. Cuando aparezca la luna podremos llamarlos, pero solo permanecerán con nosotros el tiempo que ellos deseen, antes de salir a cumplir sus cometidos personales, estrechamente relacionados con las emociones que le dieron vida.
Tristán, mi querido amigo y ayudante, era testigo de la escena, escuchando todo en silencio.
--Debes pensar, María luna, cuál fue la primera emoción que desencadenó los acontecimientos.
--Pues…diría que mi decepción. Mi despecho…
--Seguramente de él nació el monstruo líder. El demonio que guiará a los demás.
--Debe ser el que es un poco más grande que el resto. Tiene el cabello rojo como el fuego.
--Él es el jefe. E irá directo hacia tu novio. Porque él provocó el desencanto de tu corazón roto. ¿Qué sentiste después?
--Dolor. Muy grande…
--Ese dolor buscará alimentarse de más dolor. No me extrañaría que buscara un lugar donde se sufra mucho, para hacer daño.
--¿Cómo un hospital, quizá? — preguntó Tristán, acertadamente.
--Seguramente, mi amigo. ¿Con qué demonio lo asocias?
--A uno del que le fluían lágrimas de sangre, y chillaba un llanto horrible, como el de un animal atrapado en una trampa. No inspiraba lástima, sino repulsión. Luego de eso, me llené de ira. Una gran rabia desmedida. No me extrañaría que sea el ser que despedía rayos de sus ojos malsanos, y no paraba de blasfemar.
--Creo que él asolará por todos lados. La ira no razona. Es incontrolable…
Después, ¿qué te llegó?
--Me avergüenza decirlo, pero tuve una gran envidia. Me puse de malas con mis propias amigas, que me advirtieron más de una vez sobre la conducta de mi novio.
Les deseé que sintieran lo que yo. De allí debe haber salido el engendro amarillo de cara perversa, con puntas afiladas erizado toda su piel asquerosa…
--Pues tras tus amigas irá. Eso es seguro… ¿Qué siguió?
--Mi deseo de venganza. Sentí que mi mamá y abuelita no me protegieron de mí misma, que no me dieron herramientas para defenderme, y anhelé lo peor para ellas… ¡Ay! El monstruo que nació de eso debe ser el que tiene pinchos en vez de dedos. Hasta imaginé verlo clavarlos en los ojos de ellas… ¡Qué horror!
--Tranquila. Todos nos enojamos alguna vez. Trataremos de impedir que se desencadene el mal esta noche. Creo que lo último es el odio, ¿verdad?
--Un odio feroz, desmesurado y sin límites. Eso le dio vida al engendro más horrible de todos: un ser de muchas pequeñas cabezas enojadas que le salen de todo su deforme cuerpo, malévolas, que vomitan un ácido que corroe como vitriolo…
--El odio se unirá a la ira, para destruir todo a su paso. Es importante que los llamemos, antes de que salgan de “parranda”, y los convenzamos de deponer su actitud.
--Eso va a ser sumamente difícil, Edgard. – me dijo Aurora. —Las entidades encarnadas de esa índole son prácticamente indomables. No entienden razones. Nacen de energías negativas muy fuertes…
--Nosotros somos fuentes de buena energía…
--¡Yo no! —gritó María Luna, entre sollozos. -- ¡Soy un ser repugnante que da vida a seres malsanos y retorcidos! ¡Pasarán cosas espantosas por culpa mía! ¡Morirán inocentes!
--¡De ninguna manera! Si fueras lo que dices, estarías en tu gloria, disfrutando la libertad desatada de esas fuerzas del mal. Estás aquí, junto a nosotros, buscando ponerles un freno. Lograremos, entre los cuatro, parar a esos entes.
Cuando el sol se puso en el horizonte, formamos un círculo en el jardín, bajo los primeros rayos de la luna, uniendo nuestras manos, y Aurora invocó a los seres con la lengua de los habitantes originarios de la tierra, con un tono de ruego profundo, no exento de autoridad.
Luego de un largo rato de la oración, en voz cada vez más alta y demandante, un remolino de aire helado y caliente hizo una pequeña depresión en el jardín, rodeada de llamas. En medio de ellas, los seis demonios aparecieron en pose provocadora y burlona.
El de la pelambre roja se dirigió directo a mí:
--¡Tú, entierra fiambres barato, eres el que nos mandó a llamar por la perra gemebunda que nos invocó! ¡Dinos qué quieres! ¡No estamos para perder el tiempo con un funebrero, su ramera, su amigo deforme, y la idiota subnormal que, en vez de jactarse de su poder de darnos vida, ahora se queja de sus propias acciones!
Las palabras del ser nos golpearon como puñetazos.
Traté de serenarme.
--Escucha: digas lo que digas, así como tú y tus camaradas llegaron a este plano, con la misma facilidad se pueden ir. No todo depende de la voluntad de ustedes.
--¡Te equivocas! ¡Una vez cruzado el umbral, nos anclamos aquí! ¡No existe fuerza capaz de hacernos volver! Esta noche será recordada como la más sangrienta de la historia de este pueblo de mierda. No solo haremos una masacre, sino que también contaminaremos las mentes de todos los habitantes de este lugar para que destruyan todo a su paso. Seremos una peste, y nos propagaremos con ellos.
Iremos primero por el novio, las amigas, la madre y la abuela de nuestra estúpida heroína, y luego un río de sangre y vísceras decorará las calles de este vertedero de basura humana…
--Te equivocas con eso de que no existe una fuerza capaz de regresarlos. – dijo Tristán en voz más que calmada, mientras los monstruos se retorcían mostrando sus horribles atributos malignos. -- ¿Recuerdas, Edgard, que tu hermano te dijo que tanto el bien como el mal eran dos caras de la misma moneda?
Me estremecí al recordar a mi hermano, pero asentí. Claro que lo tenía presente.
Los demonios, más que por curiosidad y diversión, que por cualquier otra cosa, le prestaron atención a Tristán.
--¡Bueno, bueno! ¡El jorobado deforme sabe hablar! ¡Ilústranos, rareza de circo!
--Pues es más simple de lo que creen: ustedes llegaron por la materialización del odio en estado puro. La cara opuesta del odio, no es más que el amor, su camino de regreso.
Tristán nos miró a cada uno, y asentimos.
Todos nos concentramos para emitir los más profundos sentimientos de amor que teníamos para dar, e imponiendo nuestras manos, los proyectamos hacia los entes.
Estos, helados de asombro, comenzaron a chillar horriblemente, diciendo las blasfemias más depravadas, los insultos más venenosos y desalmados para desconcentrarnos.
Pero nos habíamos adentrado en emitir una energía de amor tan grande y pura, que sentíamos que el aire vibraba, y se nos erizaban los vellos de los brazos. Las aves comenzaron a cantar y volar sobre nosotros como si el sol estuviera en su apogeo.
Luces de colores se dirigieron hacia los demonios, que chillaban de odio: ya sabían que esta noche no habría desmembramientos, carne arrancada, ni manantiales de sangre y dolor.
Se estaban derritiendo. Una fulguración blanca salió de cada uno, y volvió al pecho de María Luna, que lloraba conmovida por la experiencia.
Se apagaron las llamas que habían surgido con la llegada de los demonios, y lo único que quedó de ellos fueron seis piedrecillas de colores. De algún modo me recordaron la costumbre judía de poner piedras sobre las tumbas para honrar a los muertos. Las tomé para mi colección. Eran muy vistosas.
--Es hermoso lo que ha ocurrido. —dijo, entre lágrimas, la muchacha.
--Claro que sí: ahora conoces que el caudal de amor que posees es superior a cualquier odio o enojo que puedas tener. Y que tal y como dijo Tristán, puede revertir los hechos más terribles. Eres dueña de eso. Nadie puede quitártelo. Ahora que lo sabes, puedes encauzar tu poder hacia ese lado, y nada de lo que hagas causará daño. Siempre usarás tu don para el bien. Nunca más traerás los demonios de los malos pensamientos a este plano.
María Luna nos abrazó con tal fuerza que nos crujieron los huesos de la espalda.
Sabíamos que la experiencia le había cambiado la vida.
Queridos amigos: las energías de baja frecuencia, los pensamientos dañinos, malos deseos, tristezas acumuladas, aunque no tengamos los dones de María Luna, también materializan demonios que nos complican la vida, y se somatizan en enfermedades del cuerpo y de la mente. Seamos conscientes de ello, y vibremos en positivo.
Yo los espero en La Morgue, con mi colección de historias.
No puedo prometer que no pueda aparecer ningún ser maligno: eso depende de lo que tenga dentro cada uno.
Buena semana…
Edgard, el coleccionista
@NMarmor
Ilustración tomada de Pinterest
Comments