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JUEGO DE MUÑECAS

--Cuándo el profesor me juró por sus hijos que no había tocado jamás a la niña, sino también me dijo que fue ella quien intentaba seducirlo, me indigné. Obviamente, me quedé con el testimonio de Rosita, y el de sus padres, y el tipo fue preso.

No llegó a una indagación ni a un juicio, porque se mató en la celda.

Creí que por culpa.

Ante la segunda denuncia de los padres de Rosita respecto a un abuso hacia la niña, me condolí por la mala suerte de la pequeña.

Esta vez era un tipo con antecedentes de pedofilia, con lo que menos dudas me quedaron sobre el caso.

Espera próximas instancias judiciales, desde la cárcel.

Rosita dice que la abordó en la plaza, y la llevó a un descampado.

Y después, Edgard, como se dice comúnmente, la tercera fue la vencida.

Aunque nunca puse en duda que la niña era una víctima, algo en sus declaraciones me hacía ruido.

En los tres casos, Rosita contaba que los perversos le habían ofrecido una muñeca a cambio de sus retorcidos juegos asquerosos. En principio no le di mayor importancia. A veces, los pedófilos tienen modos de obrar que divulgan en la zona oscura de las redes, donde comparten su material obsceno.

Pero la niña vino sola a la comisaría esta vez, con la historia de que el almacenero la había abusado, a cambio de una muñeca.

Le pregunté por sus padres.

Me dijo que estaban muy ocupados, y que por eso se encargaba ella misma de hacer la denuncia, ya que sabía, por sus experiencias anteriores, cómo hacerlo.

Le dije que la acompañaríamos a su casa, y la criatura se transfiguró.

Su carita dulce se tornó el rostro de un animal salvaje.

Comenzó a insultar con un lenguaje absolutamente soez, impropio de una niña de su edad.

Temiendo que se hiciera daño, le pedimos a una agente que intentara tranquilizarla.

Marta jamás había tenido inconvenientes en atrapar malhechores de la peor calaña, pero Rosita le dejó un ojo morado, varios mordiscos, y una costilla quebrada.

Cuando al fin consiguió inmovilizarla, llamamos al hospital, y le administraron un fármaco para calmarla, ya que nos manifestaron que estaba con un brote psicótico.

Fuimos a la casa de Rosita. Nadie contestó nuestro llamado, pero la puerta estaba abierta, por lo que pasamos.

Jamás en la vida podría haber estado preparado para ver lo que nos tocó observar en esa casa del demonio.

Encontramos al matrimonio, desnudo en la cama, cada uno con una muñeca atada con cinta de embalar en la zona genital.

Los ojos de los padres habían sido sangrientamente reemplazados por los de los juguetes, que lucían los de ellos.

Perecieron amarrados a la cama, también con cinta, y fueron rematados con un profundo corte en la garganta, que prácticamente, les separó el cráneo del cuello. Imagínese la fuerza de la cuchillada que les cercenó la yugular.

Frente al lecho, una mesita con una computadora reproducía unos videos que nos dejaron sin respiración.

En ellos, el padre abusaba de la pequeña, obligándola a interactuar con una muñeca, mientras la madre filmaba, o dejaba fija la cámara para integrar los abusos sin dejar de registrarlos.

Hallamos demasiadas películas de esa índole en la computadora.

En el cuarto de la niña había cientos de muñecas.

Otros cuartos también eran depósitos de estos juguetes. Cada una diferente.

Le traje, Edgard, una de ella. Para que usted ore por la sanación de Rosita.

Está ingresada en un sanatorio de salud mental para niños.

Lo que hicieron con ella no tiene nombre ni perdón de Dios. Y, hablando de Él, espero me perdone por no haber creído la declaración del profesor, que se terminó suicidando en su celda por la injusticia de la que estaba siendo víctima, ante el grito desesperado de auxilio de la pobre niñita.

Le tocará, cuando la morgue judicial libere los cuerpos de los aborrecibles progenitores, orquestar su despedida. Espero que ardan en el infierno. Sé que esas cosas no se dicen, pero a usted no le voy a mentir.

Le ruego pida por el alma del hombre inocente que se mató. Me rompe el corazón, como todo lo de este infausto caso…


Cuando se fue el comisario Contreras, acomodé la muñequita en uno de los estantes de mi colección. Representa a todos los niños del mundo que necesitan ayuda y protección. Con imposición de manos, se vuelve un talismán cada vez más energético, para alertar sobre algún pequeño en peligro.

Le pediría ayuda a mi querido ayudante Tristán, y a mi amada Aurora para que el alma del profesor ascendiera hacia la luz del descanso.

Pero no voy a dejar de confesarles que haré todo lo posible para que los malvados espíritus de los padres de Rosita vaguen en el inframundo, sufriendo el castigo eterno más cruel posible…

No dejen de visitarme por La Morgue, mis amigos. Los espero, con el ruego de jamás pasar por alto el grito de auxilio de un niño…


Edgard, el coleccionista

@NMarmor






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