Especiales
Comencé a ver fantasmas hace unos meses, de eso estoy segura; lo que desconozco es qué lo detonó.
Creía que vivía una vida sola, sin ser vista por nadie, escondida en un rincón del mundo donde el sol no sale, pero estaba equivocada, siempre hubo alguien ahí escondido a mi lado viendo todos mis movimientos.
Había escuchado historias de gente que ve fantasmas, de personas que viven actividad paranormal y cuentan relatos macabros sobre ello, pero yo me sentía tan alejada de ese mundo al nunca haberlo experimentado en carne propia. Escuchaba cómo los llamaban "especiales" por tener una mayor sensibilidad que les permitía esa capacidad, era por eso que cuando uno de esos "especiales" comenzaba a contar su historia, todos teníamos que guardar silencio y escuchar cómo relataba aquellos acontecimientos con lujo de detalle, mientras que una luz imaginaria alumbraba todo el lugar poniéndolos en un escenario. Mientras tanto, yo, quien parecía ser sólo un mortal más en la habitación, veía de lejos esas historias y me cuestionaba qué tan reales eran.
Así pasaban los días, momentos en que creía que lo que hablaban eran cuentos, otros momentos en los que yo me sentía inferior o excluida por no ser parte de ese grupo de "especiales" con acceso a lo paranormal. Hasta que un día, ellos llegaron. No fue para nada como lo había escuchado, no se fue la luz en un momento ni tocaron la puerta cuando no había nadie más en casa, fue distinto...
Me encontraba sola, como de costumbre, en mi habitación con un libro entre las manos y fue entonces cuando llegó una idea a mi mente: ¿realmente estaré sola? La idea atacó mi cerebro y anidó ahí. La palabra sola perdió sentido, se escurría por mi lengua como sílabas de un idioma que desconocía...s..o..l..a, ya no entendía qué significaba, y por ende, tampoco podía temerle a lo que se presentara.
Podría decir que fue mi soledad lo que invocó a ese ser, o más bien lo que provocó que se volviera visible, pero de un minuto a otro, vi cómo salió de la oscuridad una mano suave y pequeña, y se aferró a mi libro. Primero arrancó violentamente unas hojas hasta que se materializó su cuerpo completo y vi una deformidad frente a mí saliendo de las sombras. Ese ser no tardó en multiplicarse, a los pocos días la casa estaba llena de ellos, fantasmas, los llamaba yo con la esperanza de sentirme especial.
- Yo veo fantasmas - le decía a la gente que encontraba en espacios fuera de mi hogar, y sonreía con una mirada perdida esperando que pidieran escuchar mi historia, pero todos se alejaban asustados de ello; así que comencé a llevarlos conmigo.
El más pequeño y ligero se subía a mi espalda mientras que alguno otro me tomaba de la mano para salir, salíamos los tres juntos, sonriendo, orgullosos de ser parte de aquel mundo y por fin tener la luz en el escenario ficticio, pero aun así, aún con los fantasmas encima de mí, me sentí excluida, invisible, ahora sólo los podían ver a ellos y fue entonces cuando descubrí que ellos sabían hablar.
Escuché a través de sus palabras cómo contaban la historia de vivir en una casa embrujada, contaban de una chica que lloraba en las noches por su soledad y que robaba los libros de sus estantes, estaba maravillada de cómo todos abrían los ojos sorprendidos al escucharlos, hasta que la narración se volvió más oscura.
- Y esa chica que mencionan ¿está aquí con ustedes? - les preguntaron, ellos asintieron viéndome de reojo. Mis fantasmas me estaban traicionando para volverse ellos los especiales. Enfurecí, no soportaba el enojo así que subí a la mesa redonda donde todos estaban reunidos ahí y comencé a gritar. Mis gritos retumbaban en las paredes mientras los insultaba por burlarse así de mí: había sido yo quien los había llevado ahí. Las luces se apagaron, las velas de la mesa se encendieron con fuego y todos los ojos se posicionaron sobre mí, por fin sentí cómo esa luz invisible me cubría y me sentí parte, por primera vez.
Las miradas estaban aterradas, pero estaban dirigidas hacía mí, así que lo disfruté. Tras unos segundos bajé de la mesa y regresé a mi hogar. Todo estaba lleno de fotos mías alrededor de velas que alumbraban la sala, sonreí al sentirme parte de la historia de alguien.
Algún día, ellos, mis fantasmas, contarán esta anécdota y habrá quienes duden de su veracidad, sin embargo, cada que me mencionen yo estaré ahí para ver esa luz invisible iluminándolos y volviéndolos parte de los especiales.
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