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"El sueño de Laila"

Era el quinto día de la semana que ella se despertaba con el mismo dolor en el cuello y en la cabeza.


"Deberías ir al doctor", le dijo su hermana después de escuchar que Laila se quejaba del mismo padecimiento.


"No lo sé, seguramente se me pasará pronto, siempre suceden cosas así., dijo Laila desinteresada.


La rutina de su día era el mismo de siempre, despertar, bañarse, arreglarse para ir a la escuela donde desempeñaba el papel de maestra de historia del arte, desayunar, tomar el autobús y llegar a la escuela antes que todos sus alumnos.


Le gustaba su vida, era tranquila y no tenía problemas con nadie, a veces pensaba que lo que hacía era aburrido, pero se consolaba sabiendo que amaba hacer lo mismo cada día.

Hablar de historia siempre la motivaba.


Llegando la noche su ritual también era el mismo: la píldora para dormir, cepillarse los dientes, lavarse la cara y meterse a la cama con un libro hasta que el sueño la tumbase.


Esa noche se decidió por un relato de Borges. Leyó hasta donde pudo, puso el separador en la página 97, apagó la luz y cerró los ojos con mucha tranquilidad.


En sus sueños algo extraño estaba sucediendo, ella sentía que estaba despierta y comenzaba con su rutina del día a día, en el baño, al mirarse al espejo algo diferente sucedió, su rostro era el mismo de siempre y como había pasado en los días anteriores el dolor del cuello y cabeza no se habían ido.


Pero un detalle le llamó la atención, detrás de su oreja algo extraño se movía, era muy pequeño como para que alguien más lo notase, seguramente tenía días ahí y no lo había visto.


Se acercó un poco más al espejo y empezó a inspeccionar aquello que tenía y le estaba molestando.


Tocó aquello que se movía y pudo ver que estaba vivo, era como una pequeña lombriz, lo quiso jalar y se percató que estaba atorado dentro de su cuero cabelludo.


Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y la decisión de quitarse aquella atrocidad la llenó de valor para seguir con su tarea.


Volvió a tocar aquel gusano y esta vez jaló sin piedad, poco a poco el gusano fue saliendo, su cuerpo parecía no tener fin, jalaba y jalaba mientras el miedo recorría su cuerpo.


Fueron más de dos metros de largo lo que sacó de su cuero cabelludo. Había llenado el lavabo del baño con aquel extraño insecto que sacó de su cabeza.


Sintió asco y se limitó a vomitar. Pensó en deshacerse del gusano por la taza del baño, así que lo arrojó mientras este se seguía moviendo.


Para su sorpresa al jalar la palanca el baño comenzó a burbujear, se había tapado y el agua comenzó a salir de la taza. No supo qué hacer, así que salió del baño para pedir ayuda.


Una palmada en el hombro la despertó de aquella pesadilla, su hermana estaba a su lado y se veía un poco preocupada.


"Laila, tenemos que llamar al plomero, se estuvo tirando agua del baño y la casa se ha inundado, me parece que es una fuga y viene de la taza".


Laila se paró muy asustada y corrió al baño para ver lo que estaba pasando, el susto fue tal que sólo quiso verificar si aquello que estaba pensando podría ser cierto.


Revisó detrás de su oreja y pudo notar que tenía un pequeño orificio, un rastro de costra era lo único que quedaba y aquel dolor de cuello y cabeza había desaparecido.



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