El placer de la locura
Creo que me volveré loco.
Otra vez. Cada cierto tiempo, se me abre esta herida en la cabeza y mezcla mis recuerdos. El dolor es constante y eso lo vuelve insoportable. No tengo control sobre mi cuerpo y mi mente, siempre tengo que encadenarme al mausoleo de piedra por el cual llegué por primera vez al mundo mortal. ¿Quien eres? También tengo visiones y alucinaciones nada agradables. Intento registrarlas pero no siempre lo logro. Hoy desperté con una nota pegada en mi mejilla: Ángel de la Muerte. ¿Cuál de todos? Conozco demasiados de esos y no son mis amigos. Pero tengo la sensación de que un ángel en particular vino a reírse de mí. Honora Kelley nació en Boston en 1854, dentro de una familia inmigrante irlandesa. Con la muerte de su madre, su padre Peter Kelley comenzaría con una vida de alcoholismo, demencia y abusos hacia sus hijas. Cuando Honora tuviera 6 años, su padre dejaría a ella y a su hermana mayor Delia de 8 años en un orfanato para niñas indigentes. A partir de aquí no se sabe mucho del padre, solo que en una crisis se cosió los párpados con aguja e hilo para cerrarlos.
Cuando cumplió 10 años, Honora fue adoptada por el matrimonio Toppan, los cuales la renombraron Jane Toppan porque odiaban su nombre irlandés. El matrimonio Toppan tenía una hija biológica, Elizabeth, la cual nunca trató mal a Jane. Pero la envidia creció en Jane, pues ella era tratada como servidumbre mientras Elizabeth recibía todo el amor y el cariño de la familia. En esta época, Jane también daría sus primeros indicios de sociopatía, pues sus mentiras eran exageradas, le gustaba inventar chismes y tenía comportamientos hostiles. En 1885, después de haber sido plantada en el altar y comenzar con tendencias autodestructivas, Jane ingresa al hospital de Cambridge a estudiar enfermería. Aquí comenzaría el macabro trabajo de Jolly Jane, nombre por el cuál era conocida entre los pacientes del hospital por su carácter alegre aunque sus compañeros la describían como "brillante y terrible". Ella mezclaria fármacos como la morfina y la atropina (sus favoritos) y experimentaría con sus pacientes en diferentes dosis y edades. Sus favoritos eran los ancianos, pues al estar más cerca de la muerte ella sentía que les hacía una especie de favor. Terminando sus estudios fue trasladada al hospital de Massachusetts dónde sucedieron sus primeros asesinatos. Jane Toppan es un caso muy curioso. Los registros que se tienen de ella son muy pocos y todos cuentan cosas diferentes, pero concuerdan en que es de las pocas asesinas seriales que conseguía placer sexual al cometer sus atroces actos. Ella misma confesó que se recostaba sobre el cuerpo de sus pacientes para sentir cómo morían, les inyectaba atropina y los observaba "volver a la vida", mientras ella se masturbaba o masturbaba a los cuerpos.
También se sabe por su propia boca que asesinó a 31 personas, pero el recuento de víctimas va de 70 hasta 100. Jane también dijo haberse divertido, pues su intención era "matar más que cualquier
hombre o mujer que haya existido".
Después de volverse enfermera privada y matar a toda la familia Gibbs, Jane fue arrestada
a sus 47 años de edad. En su juicio fue declarada mentalmente inestable y fue condenada a
vivir en el hospital psiquiátrico de Taunton. Los doctores recuerdan a Jane con buen
comportamiento, muy amable y cooperativa, pero también mencionan que las fantasías de
volver a matar nunca se fueron, pues de vez en cuando recomendaba a los enfermeros usar
morfina con ciertos pacientes. Jane murió en el hospital en 1938, a la edad de 84.
"Quizá si me hubiera casado, no hubiera matado a tantas personas. Tendría a mi esposo,
mis hijos y mi hogar para mantenerme ocupada." Fue una de las declaraciones de Jane en su
juicio. Quizá ella tenía razón, dicen que el ocio no es bueno. Quizá solo era su anhelo por tener
una vida normal, por ser una persona normal. Anhelo que yo también tengo a veces, hubiera
querido nacer y morir como todos, hubiera querido tener una familia y hacer lo que quisiera
mientras me diera felicidad. Por eso Jane viene a burlarse de mí, porque a pesar de todo, ella
hizo lo que quiso y murió tranquila y feliz y yo, bueno, prefiero estar encerrada porque
sé que clase de monstruo soy y tengo miedo de disfrutar mi locura.
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