El Cuervo en el espejo
Escuchamos un rumor de que había un espejo en el sótano de la Morgue, nosotros normalmente no guardamos espejos, en nuestra habitación no hay ninguno de cuerpo completo pero la idea de volver a ver nuestro cuerpo completo fue muy tentadora así que bajamos a verlo.
El espejo estaba cubierto por una sábana, parecía que ningún monstruo se había atrevido a ver su reflejo ahí. El Cuervo dijo en mi interior que lo hiciéramos y yo caí en la tentación.
Cuando descubrí el espejo, me vi fijamente, mi cuerpo era muy distinto a lo que yo creía o lo que yo alcanzaba a percibir. Me invadió una sensación de miedo y de incertidumbre pero seguí viéndome.
Miré mis ojos y ellos me devolvieron la mirada desde el espejo, era adictivo estar ahí, sentía que entre más tiempo pasaba frente a mi reflejo más podía entenderme, o más bien perderme.
El cielo afuera se estaba oscureciendo pero yo no podía dejar ese lugar. Había algo mágico en este nuevo artefacto. Lo toqué con mi mano y mi reflejo hizo lo mismo, sólo que esta vez tardó un segundo en reaccionar, entonces descubrí que no era yo quien me miraba del otro lado.
Di un paso atrás pero el otro cuervo no retrocedió.
Pensé en la historia de Alicia, ¿atravesaría yo también el espejo e iría a un mundo al revés? Sólo había una forma de confirmarlo: di varios pasos atrás y corrí rápido en dirección a mi reflejo que permanecía inmóvil observándome; sin embargo, yo no crucé hacia el otro lado.
Mi cara chocó contra el vidrio y se rompió un pequeño pedazo. Me sangraba la nariz y había varias plumas en el piso.
No podía comprender qué había pasado, ¿por qué mi reflejo se negaba a recibirme? Volví a chocar mi cabeza contra el vidrio tratando de atravesarlo pero continuaba rompiéndolo, no había forma de lograrlo.
Finalmente entendí que esto era algo imposible. Ya era la madrugada y yo llevaba horas ahí, intenté culpar todo a esto a una alucinación, un mal chiste de mi cerebro, pero en cuanto estaba a punto de convencerme a mí misma de esto, el otro cuervo sonrió.
Me acerqué de nuevo, puse una mano y me corté con el pedazo de vidrio que se estaba cayendo. Ella puso su mano tocando la mía y luego la quitó para ponerla en su cara, y así, desde un mundo totalmente ajeno al suyo, vi cómo se quitaba la máscara y sonreía con todo su rostro descubierto. Atrás de ella había sol, no estaba en un sótano oscuro donde embalsaman cuerpos.
Sonreí con la parte de mi rostro que no está cubierta por una máscara, me despedí moviendo mi brazo con una ala negra y plumas y volví a cubrir el espejo con la sábana.
Salí del sótano y volví a mi habitación. Al cerrar la puerta salieron de mis ojos lágrimas de felicidad, sabía que había encontrado a mi mitad feliz, sé bien que todos los monstruos contamos con ese gemelo que vive en la luz, con esa mitad que no carga con el peso de la oscuridad.
La dejé irse a su propio mundo, a salvo del mío, lejos de las sombras, tal vez algún día vuelva a contarme cómo es su vida, cómo pudo haber sido la mía de no haber elegido el camino de los monstruos.
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