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Berenice, Edgar Allan Poe


Es difícil hallar el momento exacto en el que me obsesioné con el cuento Berenice, de Edgar Allan Poe. Lo único que recuerdo es que yo llegué a la Morgue de Rigor Mortis siendo todavía un pedazo amputado de pierna honesto y normal.


Sin obsesiones.


No tan paranoico.


¿Los dientes de quién podrían haber causado tal conmoción en mí?


La Señora V es tan vieja que ya casi no le quedan. La Chica Llamada Cuervo tampoco tiene, como todas las aves tritura la comida con su estómago o la destruye a picotazos antes de engullir. Los dientes de Boni son horribles, amarillos y picados con caries de tantos dulces que come.


Así que no sé en verdad cómo nació esta obsesión.


Cuando llega un cadáver a la Morgue y lo tenemos que embalsamar, siempre pienso en Berenice y me rindo ante la curiosidad de mover los labios para dejar al descubierto las dentaduras.


Busco unos perfectos. Con la dentadura alineada y relucientes.


Veo las piezas del duro esmalte y me hipnotiza el brillo suave que reflejan, pero no son los que busco. Mis favoritos son los dos pares de caninos: esos dientes afilados que lucen amenazantes pese a estar incrustados en la boca de un cuerpo sin vida.


¿Será que los quiero para hacerme un collar o una pulsera?


Aunque, ¿para qué un collar si no tengo cuello o una pulsera si no tengo brazos?


El protagonista de Berenice está enamorado de su víctima, quien además es su prima, pero la obsesión se coloca por encima de cualquier vínculo.


¿Y yo? Mi obsesión es con todo el mundo, con lo muerto, con lo que está en trance.


He leído tantas veces este cuento de Edgar Allan Poe en búsqueda de una solución para mi problema y cada vez presiento con mayor fuerza que mi final será trágico. Como el de Berenice.

 


Edgar Allan Poe nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de enero de 1809. Fue un escritor, poeta, crítico y periodista reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país.


Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó también con varias obras al género emergente de la ciencia ficción.


Fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modo de vida, lo cual lo llevó a fatales consecuencias. Falleció en Baltimore, Estados Unidos, el 7 de octubre de 1849.

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