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Señora V

Noche de estrellas

Fueron de las últimas noches que salí libre a caminar la calle. Después fue el encierro. El apagón que duró ciento sesenta y ocho horas, obligó a las personas a generar lazos más civilizados que decir "por favor", "gracias". En un principio los choques en las esquinas, era lo más común, gritos de los dueños del auto y uno que otro golpe. Las ambulancias llegaban a tiempo, pero en el hospital era imposible atenderlos. En las noches, las personas iluminaban sus casas con velas. Me gustaba salir a caminar en medio de la noche oscura. Las ciudades cuando pierden esa luz artificial son peligrosas. Hubieron algunos asesinatos por estas cuadras. Sin embargo, yo caminaba y veía en el cielo una noche llena de estrellas. De haber sabido lo que ocurriría, no hubiese regresado a casa.

Me imaginé en el bosque, en la casa que vendí para comprar y remodelar esta gran casa. Alejada del mundo, el frío de las madrugadas y las estrellas como un paisaje inamovible de la naturaleza y no un milagro provocado por un apagón. Eso eran sólo recuerdos. Durante el apagón fui libre en esa casa. Disfruté por lo que tanto me esforcé: un hogar. No necesitaba más. Puse sobre la fuente pequeñas velas flotantes, las titilantes llamas se reflejaban en las puertas de vidrio de la casa. Entonces, miraba al cielo y sentía que la felicidad me transitaba.

Las visiones nocturnas cesaron, sólo era yo en esa casa. Me asumí en la soledad y deseé que nadie la interrumpiera. Pero si algo mantienen los deseos es su imposibilidad. Supongo que esos días fueron el regalo que me dio antes de apropiarse de mi vida, de mi nombre, mi cuerpo y casa. Recuerdo la última noche, algo me llamó la atención del reflejo de la puerta de invitados. Poseída por un extraño extravío miré durante horas. El rostro de una mujer comenzó a formarse. Después, mi rostro en el de ella se confundía. En ese momento de haber visto algo más extraño me habría parecido normal. Porque en esta casa lo imposible e inexplicable es la norma.

Después, ya no recuerdo mucho. A veces creo vivir la vida dentro de un cuerpo que no me responde. En ocasiones, eso que lo somete, me abandona y me permite escribir estas cosas. Escondo todo lo que aún creo que me pertenece. Ayer me llevó a un lugar con mucha gente, se acercó a un hombre. Te conozco, le dijo, te he visto en sueños… El hombre sonrió y comenzó a charlar con ella. A mí me preocupa el encuentro con ese hombre. Mi cuerpo reacciona, el corazón se acelera, las manos se enfrían y la náusea... ¿Quién es?

V

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