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Capítulo II

LLEGADA A CASA

La vendedora de bienes y raíces

Existen lugares en busca de ser habitados, que las personas ven y quieren quedarse en ellos. ¿Son los colores, la ubicación? Durante años tuve el contrato de un inmueble que nadie quiso comprar.

Los vecinos llenaban de ideas extrañas a los futuros compradores, incluso, bastaban unos minutos a solas para que salieran de ahí alterados o incómodos. Con los años el inmueble aumentó su plusvalía. La gentrificación había llegado y los antiguos vecinos dejado sus casas para que se construyeran grandes edificios de lujo. La casa se mantenía ahí en medio, como recuerdo de lo que alguna vez había sido la colonia.

Conocía el costo del inmueble y que en unos días entraría a remate, si lo compraba compraría por unos cuantos miles de precio una propiedad de millones. Imposible perderme esa oportunidad.

Compré la casa y la remodelé. Colores brillantes, una estancia con ventanales enormes y un jardín con una fuente en medio. La antigua dueña y única colocó la fuente con la figura de una sirena. Al parecer, fue el regalo que su amante le dio antes de no regresar. Dudé en mantenerla en ese espacio, pero la firma de un autor muerto aumenta el costo del inmueble. Así que la mantuve, así como muchos de los cuadros que estaban guardados en uno de los cuartos.

Era fascinante estar en esa casa. Los cuadros contaban la historia de algo que no he podido descifrar. ¿En qué orden habían colgado de las paredes? Estaba segura que, de acomodarlos en su antiguo orden, la historia de esa casa podría ser conocida. Pronto enfermé y la obsesión de conocer la historia me mantuvo reclusa en esa casa. Por los archivos supe que la antigua dueña se suicidó en la habitación de huéspedes, la que está fuera de la casa y que cruza la fuente. Una depresión crónica. No estoy segura de eso. Apenas hace unos días encontré los diarios de esta mujer. Sólo firma con “V” al final de cada página. Las escrituras se encontraban a nombre de un tío muerto.

En las noches, cuando todo se encuentra en silencio de los muros se escapan voces que no pueden entenderse. Ana, la mujer de la limpieza me ha pedido no dormir más en el cuarto de huéspedes.

Cosas extrañas sucede, señora. Es lo único que dice. Prefiero irme antes de las seis a mi casa y regresar al día siguiente. Es cierto que esta casa mantiene una tregua por horarios. De siete de la mañana a seis de la tarde sólo se escucha el ruido del agua caer en la fuente, mis pasos en los pasillos. Quisieras quedarte eternamente. Hice que mi estudio quedara justo frente a la fuente, el jardín y la habitación de huéspedes. Es cierto que cuando Ana no viene se ven cosas. La casa me enferma y fascina, no he podido ir a trabajar en dos meses. A veces creo que esta casa siempre me estuvo esperando.

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