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La muerte tiene permiso, Edmundo Valadés

Hace una semana varios monstruos de la Morgue organizamos una expedición para reabastecernos de provisiones. Fuimos a la farmacia por alcohol y cubre bocas, a la ferretería por palas nuevas y al carpintero para encargar varios ataúdes.


De regreso Boni, el conejo más tierno del mundo, pero con cara de psicópata, maniático y asesino, insistió en que pasáramos a la librería, lo que pasa es que él es fanático de la novela romántica y la poesía.


Le hicimos caso y desde la entrada todos quedamos sorprendidos por lo que se exhibía, todos menos La Chica Llamada Cuervo que dejó su rastro de plumas negras hacia las novedades, en donde brillaba la nueva edición de Los Pájaros, de Daphne du Maurier. Todos los demás, hasta La Señora V que está ciega, admiramos el estante tapizado de libritos delgados, en forma de folleto y bellamente ilustrados publicados por el Fondo de Cultura Económica.


No podíamos creer los precios, que oscilaban de nueve a doce pesos, de esta novedosa colección llamada Vientos del pueblo.


Yo quedé impactado por la portada de La muerte tiene permiso, de Edmundo Valadés., en el que las ilustraciones fueron hechas por Antonio Helguera.


El cuento es un clásico de la literatura mexicana y desarrolla en pocas líneas tal grado de rebeldía e injusticia que tú, como lector, aprietas los puños y retuerces la mandíbula de indignación.


El final es una joya, como un volado de derecha directo a la cara, como todo gran cuento, en el mundo ideal, debería de acabar.


En La muerte tiene permiso, Edmundo Valadés pisotea al conjunto de leyes con las que los gobernantes tratan de imponer orden en un mundo que sólo ven a través de noticias y estadísticas, pero que en la realidad ya se les salió de las manos desde hace mucho. Lo que ellos llaman justicia no es más un conjunto de reglas mal redactadas, obsoletas e inútiles.


Regresamos cargados de libros y ansiosos de que nos llame de nuevo el carpintero para recoger los ataúdes y darnos otra vuelta por la librería... quizá llenemos los féretros de libros y de ilustraciones tenebrosas...

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