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El Espejo

Un día apareció un espejo en la habitación de la niña. Era grande, cubría casi todo el espacio del techo al suelo de la pared donde estaba recargado.

Su mamá le explicó que los espejos estaban hechos para que ella pudiera verse y así, conocerse mejor, pero a la niña le aterraba la idea de encontrarse en su reflejo, no estaba segura de quién podía estar del otro lado, ¿era otra niña o era ella en otra dimensión?

El espejo parecía moverse dentro de la habitación, absorbía toda la luz que se acercaba y parecía crecer. La niña temía pasar cerca de él, lo había cubierto con ropa pero aun así sentía su presencia cuando estaba sola.

Al dormir creía que el espejo se expandía por toda la habitación tratando de succionar su vida, así que se aferraba a su cuerpo creyendo que así la detendría de irse a otra dimensión.

Poco a poco el espejo se iba volviendo más fuerte y controlaba más su mente llenándola de curiosidad. Finalmente se dejó llevar por el impulso y cayó en la tentación.

El espejo la guió por su camino hasta él, caminó con los ojos abiertos queriendo verlo todo, quitó la ropa que cubría su reflejo y desesperada pegó su rostro al vidrio.

Ahí estaba ella, vacía, sin expresión viéndola de vuelta.

Gritó y su voz se ahogó inmediatamente, la niña del espejo se la había robado. Se rasguñó los brazos con miedo pero ella también se llevó el dolor, hasta que cerró los ojos antes de perderlos ahí.

Volvió a su cama, no sentía nada, ya no había dolor ni miedo, estaba muda y deshabitada: la vida sí había huido por el espejo al otro lado.

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