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Autor: La Chica llamada Cuervo

Familia

Todos nacemos dentro de una comunidad que se ve forzada a cuidar de nosotros. Yo nací en un mundo de humanos y aprendí a usar mi máscara de niña para poder coexistir.

Había varias reglas básicas:

1: no lastimar a otros niños

2: no volar muy lejos de casa

3: no dejar que la oscuridad nos asfixiara.

Creo que la última siempre fue la más difícil, era casi como negarme, pero lo intenté. Cada que veía que la oscuridad se acercaba cerraba las puertas de mi cuarto y me encerraba con ella para no dejar que saliera y lastimara a los demás de mi comunidad, sin embargo esta pelea se volvía cada vez más difícil mientras crecía.

Esta sombra encontró la forma de seguirme a todos lados, de aferrarse a mi cuerpo y ver a través de mis ojos. Poco a poco los fueron llenando de lágrimas y fue rompiendo mi espalda con su peso. Me convertí en un ser tan débil que dejé que la oscuridad escapara y fuera por ellos: rompí la regla más importante.

Cuando logré darme cuenta, toda la casa estaba cubierta de esta neblina que lastimaba y confundía a todos. No tuvieron otra alternativa mas que pedirme que me volviera a encerrar lejos con ella: entonces aprendí una nueva regla: no debes hacer llorar a tu familia.

Me costó trabajo entenderlo, aunque mi comunidad no se pareciera a mí, ellos eran mi familia, eran parte de mí. Fue entonces cuando aprendí a pelear. Me gustaría decir que fue una batalla heroica, sin embargo estaría mintiendo. Fue una guerra agotadora que rompió un poco de todos nosotros.

Uní todos los pedazos que había destruido y entonces pude ver a través de la oscuridad.

Hay ciertas reglas que no deben romperse, como también hay ciertas sombras que nunca se alejarán de nosotros.

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