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Autor: La Chica llamada Cuervo

Cómo crear un monstruo: Pasos a seguir para que un trauma cobre vida

Esta es la primera parte del origen de los Monstruos.


Yo no nací como todos los niños que conoces, verás, cuando una persona sufre lo que normalmente se conoce como “trauma” algo se desprende de ahí, es demasiada energía para un solo cuerpo, no puede sostenerlo y podría despedazarse al intentarlo. Se desprende entonces ese “algo” y ya tiene vida propia, así que digamos que yo soy “ese algo”.

En el momento del suceso se desprende de la persona una ligera tela transparente con su misma forma, ella camina un paso fuera de tu cuerpo y todo está listo: se ha creado ese ser, y cuando abre los ojos y se hace acreedor de una conciencia su forma cambia a lo que debe de ser.


Desde que tengo memoria he sido esa cosa sin nombre. Podría llamarme una cama fría de hospital, porque ahí es donde nací o las luces blancas del quirófano y una mascarilla en la boca cuando quieres gritar. Todavía no decido mi nombre, pero pueden llamarme "Trauma".


En este mundo todos tenemos la forma que nos corresponde, no podemos tomar una forma humana, esa no nos pertenece, así que una vez que aprendes a vivir como la sombra de alguien más, reconoces tu lugar.


Es algo desolador nacer en medio de sufrimiento y nostalgia. Yo era el lado oscuro de mi creadora, era su dolor, su pasado y siempre la iba a acompañar; lamentablemente no estábamos solas.


De la misma forma en que yo me creé algunos tienen la capacidad de crear a otros como yo, supongo que les es útil tener su otro yo, su gemelo enfermo que salga y enfrente al mundo.


Había conocido diversos monstruos que vagaban por las calles a oscuras sin conocer su propósito, alguno se creó de alguna idea demasiado perversa, sin embargo, misma que nunca se llevó a cabo, dejando sólo a un pequeño monstruo atrás que divaga por ahí, otros nacían de los miedos de la infancia y al encontrarse en un mundo de adultos ya no encontraban su razón de ser, casi como los sueños, se iban desvaneciendo.



Como no entendía mucho de este lugar, decidí seguir a otro monstruo. Él no hablaba pero había algo en él que me reconfortaba. Sabía que nadie nos iba a rescatar y este mundo había que recorrerlo solos.


Él me enseñó mi forma en un espejo, estaba hipnotizada, me tocaba la cara pero no recordaba haber visto algo igual nunca, era un cuervo negro. No pude evitar pensar que era deforme, seguramente si hubiese nacido con un buen propósito tendría un aspecto menos atemorizante, sin embargo estaba cubierta de plumas. Recuerdo haber pensado que era una pesadilla. Miré hacia el suelo, pensé en permanecer la mirada agachada por el resto de la eternidad, posiblemente así nadie notaría mi “discapacidad”.

Me desesperé y traté de desplumarme, pero era inútil, esto me iba a acompañar por el resto de mi vida, arrancar las plumas sólo dejaba hoyos en mi piel, mismos que después se volvían a cubrir con plumas.

Lloré hasta crear un pequeño charco bajo mis pies, lloré tanto que me quedé sin aliento, tanto que mojé mis plumas, él secó mis lágrimas con sus manos frías. No quise verlo a los ojos, pero durante el momento que duró su caricia sentí la alianza. Había un repugnante lazo que nos unía.

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