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Vampiro

No fueron sus ojos negros ni el olor a sangre lo que me llamó hacia él, fue esa promesa de que él en cualquier momento podía matarme.


La Muerte siempre rondaba mi habitación pero nunca entraba, yo la veía como una sombra debajo de la puerta que espera paciente que se vaya la luz para entrar. Me seguía en cada rincón oscuro, en cada pesadilla, pero nunca nos habíamos presentado formalmente.

En ocasiones la vi llevarse a los jugadores a mi lado en una mesa de juegos clandestina; aparecía a su lado, les limpiaba el exceso de sangre de la cabeza y los escondía debajo de su atuendo negro desapareciendo de ahí. Sólo yo podía verla, era un especie de privilegio por tanto tiempo de antiguedad a su lado; sin embargo, nunca antes nos vimos a los ojos.


La sala de juegos la ha recibido numerosas veces, tantas que decidí poner una cámara escondida con la intención de captarla en imagen. Al reproducir el video veo cómo la bala atraviesa la piel, el cráneo y de pronto la persona cae de frente sobre la mesa, pero no hay forma alguna de capturarla a Ella, quien más me intriga. Al día siguiente del juego es lo mismo: limpiar algún rastro de muerte, no podemos darnos el lujo de que los jugadores se rindan antes de iniciar.


El lugar huele a cloro mezclado con incienso, huele a miedo, pero también a adrenalina y eso es lo que más atrae a nuevos integrantes, así fue como llegó Él a la sala.


Primero lo vi en un video, luego lo esperé hasta que volvió. Era claro que él no era humano, al menos no uno como todos los demás que han muerto a mi lado, y lo más importante aún es que él no llegó sólo, la vi a Ella escondida en su sombra. Jugamos, ninguno de los dos murió, perdió un participante que se sentaba entre nosotros dos, su sangre nos salpicó como un acto romántico que nos uniría a partir de ahí.

Él me ayudó a desechar el cuerpo, no hablamos, no era necesario.

Regresamos a la sala y él prendió el incienso. Esta vez dejé la sangre sobre la mesa un poco más, la vi secarse y empezar a oscurecerse mientras que la sombra a su lado iba incrementando. Él tocó la sangre con un dedo y luego lo llevó a su boca saboreándolo, lo miré fijamente y vi esa misma oscuridad en sus ojos.

En cuanto sus ojos me encontraron, la Muerte salió de su escondite y por primera vez giró para verme, la miré y entonces vi mi rostro escondido en su capa, me vi a mí misma en su sonrisa burlona. Él rió y de nuevo sumergió su dedo en la sangre de la mesa, yo me hinqué y bebí de la sangre que escurría.


Mañana la sala estará limpia, volverá a su mismo olor y yo volveré a jugar el juego donde nunca perderé, en este Infierno este ritual será eterno.




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