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Un mundo desconocido

Daniela había hecho un pacto con el Diablo, le había ofrecido sus manos, esto significaba no volver a escribir, pero ella estaba dispuesta a dárselo siempre y cuando él la dejara conservar sus ojos al salir del Infierno.

Él sonrió y apretó su mano en forma de acuerdo, ahora ella era libre.

En forma de agradecimiento por tener sus manos, el Diablo le permitió saltar el Limbo y llegar directo a la tierra donde se entierran los cuerpos.

Al llegar todo era muy oscuro, las manos la hubieran ayudado bastante a encontrar su camino, sin embargo no se detuvo, empezó a arrastrarse por la tierra acercándose a cada cadáver intentando verlos, intentando olerlos y así poderlo reconocer.


¿Qué cosa podía saber de él? No recordaba cómo había muerto, no sabía cuánto tiempo había estado enterrado, ¿cómo reconocerlo así? Continúo su búsqueda convencida de que lo encontraría.

Poco a poco los cadáveres fueron moviéndose al sentirla cerca, algunos intentaban gritar pero tenían la boca llena de tierra, sus manos la jalaban y la abrazaban para que se quedara con ellos, pero ninguno parecía ser él.


El cansancio la venció. Finalmente se sentó en una de las tumbas, dejándose abrazar por su propietario, quería sentir pero sin corazón no había forma de evocar las emociones, sólo había cansancio en su ser.

Repasó con la mirada todas las tumbas, era un lugar eterno pero sabía que él no estaba ahí. Debe de estar vivo... pensó, viendo sus brazos sin manos, había sacrificado tanto para buscarlo sin saber que él no estaba en ese mundo.


La tierra la empezó a cubrir y poco a poco se hizo una con ese cuerpo que la abrazaba, por hoy, ya nada más importaba; mañana aprendería a vivir en este nuevo mundo donde él no está.



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