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Tenebris C llega a la Morgue

Floto, pero no es una sensación agradable. Siento que puedo caer en cualquier momento.

Mis párpados pesan, sé que estoy sola en la oscuridad. Escucho murmullos, gente susurrando, pero no distingo el idioma, el sonido de tela pesada al arrastrarse… Nada me da respuestas. Así que lucho, trato de recuperar el control de mi cuerpo, pero siento que no hay nada que me ate al mundo terrenal. Solo sombras que velan mis ojos. Siento el frío cubrir como escarcha mi cuerpo, las esquirlas de hielo recorrerme las venas. Trato de hacer memoria, de recordar cómo llegué a esta noche perpetua que me impide abrir los ojos.


De repente mis oídos se agudizan y noto que los susurros se vuelven cánticos cuyo ritmo y musicalidad me ponen la piel de gallina. Ya no siento frío, lentamente el hielo comienza a alejarse de mi interior. El calor me lame las venas, los cantos se vuelven más rápidos, hay voces graves y agudas, de alguna forma siento que esas voces no podrían pertenecer a humanos normales y conforme el ruido se vuelve más fuerte también lo hace el calor, hasta el punto de volverse insoportable. En mi brazo izquierdo siento poco a poco como algo parecido a lenguas de fuego siguen un patrón y ahí por donde pasan la piel me arde muchísimo más. Mi cabeza estalla y rápidas imágenes pasan a través de mi cerebro, lo veo todo claro y recuerdo:


Me veo a mí misma sentada frente a mi ordenador, con un cuaderno de hojas blancas a un lado, veo la lluvia que golpetea contra la ventana que está arriba de mi escritorio, la tetera está silbando en la estufa, los posters de películas en los muros empiezan a despegarse por que les falta cinta. Resoplo varias veces y me trueno los dedos; recuerdo la frustración que estaba sintiendo en ese momento, también recuerdo la tristeza y el bloqueo mental.

-Daría cualquier cosa por recuperar la inspiración para escribir mi guión o lo que sea.


Pero de repente me veo también a mí siendo metida en una bolsa negra con cierre y es ahí donde mi oscuridad comienza. Y de nueva cuenta estoy aquí flotando a la deriva entre llamas que no puedo apagar y que hacen hervir mi sangre. Luego viene el silencio.

Los canticos se han detenido, el peso en mis ojos se ha ido. Los abro lentamente y veo una mortecina luz blanca parpadear encima de mí. Me incorporo, pero tengo miedo de moverme y reducirme a una pira de cenizas.

No sucede.

Estoy en una mesa alta y frente a mí hay varias figuras encapuchadas, estiro mi brazo y veo una letra R y una letra M marcadas, no parecen rasguños, pero tampoco deberían estar ahí… Lentamente veo como se hunden bajo mi piel.

Alguien entre el grupo de personas habla.


- ¿Cualquier cosa, eh?






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