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La Chica Llamada Cuervo

Olor a flores

Unos días antes de entrar al quirófano comencé a percibir un olor a flores.

En la mañana, mi habitación olía como si la hubieran rodeado de adornos florales, me sentía muerta en mi propio velorio.

Me levanté de la cama y mis pies se arraigaron al suelo aferrándose como temiendo perderlo. Pensé que mi cuerpo sabía que nos estábamos yendo de este mundo y se negaba a la idea.


Caminé hacia la calle, el olor a flores continuaba, me causaba mareos, era un olor tan intenso que me hacía sentir incómoda; sin embargo, nadie parecía notarlo.

Poco a poco las flores comenzaron a aparecer, las veía de reojo cerca de mi cuerpo como si me estuvieran llamando, y mis pies, aferrándose al suelo cada vez más.


Una noche antes del quirófano, mi cuerpo temblaba y mis manos se enganchaban de las sábanas pidiéndome no despertar. Dormí, y soñé con las flores, con su textura y los olores cubiréndome como una nueva piel de colores.

Llegó la mañana, y en contra de mi propia voluntad, me levanté y fui al hospital.


El hospital era mucho más blanco y frío de lo que recordaba, los pasillos se veían vacíos, sólo algunos cuerpos arrastando los pies y gritando en silencio.

Caminé agachada, evitando verlos y obligando a mis propias piernas a avanzar. Llegué a la habitación que decía mi nombre en la puerta, entré, ahí no me siguió el olor a flores. Llegó el camillero y me subió a una camilla para llevarme al quirófano

-¿Cómo llegaste aquí?

Preguntó pero no supe cómo responder, no lo recordaba ¿de qué era la cirugía? ya todo parecía tan lejano y más aun sin el olor a flores, ya lo extrañaba.

-¿Y mis flores? - pregunté en voz alta, sin sentido alguno, pero él me entendió.

- Ya vamos por ellas.

Desde la camilla miré hacia arriba y el camillero ya no estaba vestido de blanco hospital, vestía de negro y me sonreía

Él me llevó hasta el quirófano, la luz blanca del techo me cegaba la vista. Me tapé los ojos y de pronto todo el olor a flores regresó. Miré mis manos y estaban cubiertas de rosas, mi cuerpo vestía un vestido de terciopelo; ya no estaba en el quirófano.

El camillero se acercó y me susuró al oído:

-Ya estás lista, estás más bella que nunca y rodeada de todas las flores. - Tras decir eso se alejó, traté de seguirlo pero mi cuerpo estaba inmóvil y mi boca cosida. Entonces lo entendí, él me estaba llevando a mi propio funeral.


El olor se incrementó mientras que la luz se opacaba.

Cuando volví a abrir los ojos, alguien estaba desenterrando mi tumba y alejándome del olor a flores, no he alcanzado a ver su rostro, pero de alguna forma sé que él estuvo en mi velorio y llevó las flores más bonitas.





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