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Obsesión

Todo empezó con un cabello, uno sólo que se cayó de la cabeza de Ana y aterrizó en sus muslos. Era largo y negro, sin embargo, su cabello era claro, ¿cómo había aparecido un pelo negro en su cráneo? Lo examinó, hasta que intrigada, decidió guardarlo.


El cabello ahora estaba en un cajón de su habitación, lo había acomodado cuidadosamente entre dos hojas de papel para conservarlo intacto.


Pasaron los días y su cabello continuaba siendo rubio, hasta que una mañana cayeron 2 cabellos sobre sus muslos. Eran exactamente iguales que el pelo anterior que había encerrado. ¿Cómo había logrado reproducirse si estaba tan lejos de su cabeza?

Los tomó y los llevó al mismo cajón, ahí los colocó entre las dos hojas. Ana cerró el cajón sin antes examinarlo, sin intentar entender si algo estaba creciendo dentro de ese escondite.


No pasó más de una noche para que ahora cayera un mechón completo. Un mechón lleno de cabellos negros. Al verlo, la ansiedad se apoderó de su cuerpo, tenía ganas de arrancarse todo el cabello de una vez y terminar con esto, pero no lo hizo, sólo lo jaló hasta que sintió que su cuero cabelludo se estiraba. Al separar sus dedos encontró más cabellos negros ahí.


Con la ayuda de un espejo, Ana logró indagar en su propia cabeza. Lo colocó detrás de ella y con otro enfrente pudo ver que efectivamente, había un hoyo donde se podía ver su piel, de ahí se estaba cayendo el pelo, sus manos buscaron desesperadas unas tijeras, algo...lo que sea que pudiera librarla de la incertidumbre, hasta que encontró una navaja. Así, frente al espejo, cortó mechones completos hasta que se quedó sin nada de cabello sobre su cabeza. Se veía pálida, la piel de su cráneo era blanca y se veían deformidades como pequeños bultos en ella.


No podía dejar de llorar, sus lágrimas se mezclaban con el cabello y pintaban todo el lugar de negro. Finalmente, desesperada tomó los pedazos de cabello y rastros de sangre del lavabo del baño y los metió en su cajón; ahí, todo el cabello se unió y comenzó a volverse una masa negra. Una mano delgada y negra, formada de hilos delgados, abrió el cajón. Todo el demás cuerpo se acomodó y tomó forma, la forma de Ana, era una nueva persona formada enteramente de su oscuridad, mientras que la otra Ana continuaba llorando frente a un espejo analizando los pequeños bultos de su cráneo, ésta empezaba a aprender a hablar.



Con el paso de los días, Ana tuvo miedo de salir al sol, se escondía bajo la cama mientras que la Otra Ana recorría el mundo orgullosa de su oscuridad. Poco a poco, la primera Ana se encogió hasta que ella sola encontró la forma de guardarse en el cajón y dejar que la oscuridad dominara su mundo.





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