Mundo ideal
Este nunca será un mundo ideal - dijo Ella justo antes de apretar el arma en su cabeza que pondría fin a su vida.
Ella, así, sin nombre y sin recuerdos, había vivido ya más de veinte años en búsqueda de un Gran Sueño, de un golpe de realidad, pero la vida se había vuelto monótona.
Los recuerdos se le borraban de la cabeza como si fuera agua yéndose por sus manos, recordaba haber ido al médico, recordaba una mala noticia pero no recordaba cuál era, y eso, al inicio le encantaba.
Para Ella, la ignorancia era la felicidad, pero no sabía cómo acceder a la felicidad, parecía un mundo inalcanzable, ya que nuestra protagonista pertenecía al grupo de los no felices, por lo que estaba forzada a ver la realidad cómo es, sin matizar, sin filtros, cruda; y cada cosa que veía la lastimaba un poco más. La vida era agotadora.
Una tarde comenzó un malestar, una mala noticia que viajaba por toda su sangre y había anidado en su cerebro. Para el día en que la notó, la mala noticia medía más de cinco centímetros y se había arraigado a lo más vital dentro de su cuerpo.
El médico le habló claro, al saberla de los no felices, no usó filtros, lo dijo tal cuál era: día a día iba a perder una parte de quien es, es como si un trozo de su personalidad se fuera borrando gradualmente; sin embargo, añadió, no es tan "mala noticia" ya que no habrá forma en que Ella pudiera recordar esa conversación porque también se iba a borrar.
Al paso de los días se esfumó una parte. Se borró su nombre, pero también se borró su dolor, y entonces, por unos días Ella perteneció al mundo de los felices. La realidad cambió, era como si un fuerte golpe en la cabeza la hubiera transformado. Ante sus ojos se presentaba un universo casi irreconocible, una nueva oportunidad.
Así que así se siente ser feliz - dijo ella mientras sonreía hacia la nada en su ventana y dejaba que su cerebro se hiciera más blando; sin embargo, la felicidad llegó a un fin, la mala noticia se expandió tanto que aplastaba una parte de su cabeza y la estaba devolviendo a su anterior ser.
Había regresado al mundo de los no felices, a ese mundo gris, real y crudo, fue entonces cuando decidió comprar una pistola.
Adquirirla fue fácil, el tomar valor para apretar el gatillo también, lo difícil fue despedirse de la esperanza de volver al mundo de los felices, pero mientras se veía al espejo, con esa mala noticia abarcando la mitad de su rostro y su cabello cayéndose al piso cada minuto, supo que este nunca será un mundo ideal, el mundo de los felices jamás la iba a aceptar de vuelta.
Una pistola se disparó y se drenó toda la oscuridad que habitaba esa habitación, casi por un minuto hubo luz.
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