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Cadáver de la Morgue

Luz blanca

Autor: O. Blank


Ya han pasado al menos dos horas, es extraño, pero ya el miedo se ha fugado de mí, la oscuridad de esta cajuela se ha vuelto una especie de capullo que me aísla del mal que me aguarda una vez que el auto se detenga. No hay arrepentimiento, ni enojo, ni tristeza, al fin y al cabo, yo me lo busqué.

El carro al fin se detiene, y puede que mi vida con él, escucho como bajan del vehículo, sus risas socarronas realmente me molestan, ¿Qué derecho tienen de burlarse de mi miseria? Si ellos hubieran estado en mi posición... Pero qué más da?, no lo estuvieron y yo sí, y así es como voy a terminar.

Al abrir la cajuela este par de monstruos me muestran sus patéticas sonrisas, me toman del

saco con singular facilidad, mi peso no es nada para ellos y aparentemente mi vida tampoco; me sacan violentamente del que seguro ha sido mi último refugio y me arrojan al piso. Hasta este momento la tranquilidad no me había abandonado, pero entonces me doy cuenta de donde estoy, o al menos me doy una idea, el carro se ha detenido en alguna autopista desierta, lugar perfecto para extinguir la vida de alguien, supongo. Entonces la realidad habrá de caer sobre mí, despiadada como ella sola.


Los monstruos sólo me miran y se sonríen uno al otro. No sé qué vayan a hacer conmigo, sólo espero sea algo certero y fulminante.

De pronto y sin mayor aviso me dan la espalda y suben al carro, yo estoy atónito, ¿Qué acaso no me iban a matar?, el carro arranca y se aleja rápidamente, puedo apreciar a lo lejos el rojo de los cuartos traseros y de pronto nada, sólo yo y la noche.


Es curioso cómo pasé de la seguridad de una cajuela obscura a la seguridad de un mundo en tinieblas, el cielo se encuentra totalmente nublado, no hay luz alguna, pero está bien, estoy

vivo, no sé qué vaya a pasar, pero en esta oportunidad debo huir... debo vivir.

No estoy seguro hacía donde estoy caminando, pero dada la situación únicamente puedo seguir la carretera, sigo muy confundido, no sé si me han perdonado la vida o están jugando conmigo, pero no importa, de alguna manera habré de sobrevivir.

 

Ya no puedo más, no sé cuánto llevo caminando, pero esto cada vez se hace más difícil, tantas subidas y bajadas, y no llego a ningún lugar... Pero debo mantener la calma, ellos quieren que me desespere, quieren verme sufrir, estoy seguro, no les daré el gusto, no hoy.

De pronto mis miedos se hacen realidad, una luz blanca a lo lejos se hace presente en mi refugio de penumbra, puede que sea mi boleto de salida de aquí... Pero no, no, no, no puede ser tan fácil, tienen que ser ellos que han vuelto a terminar el trabajo... Esos monstruos, ¡ESOS MALDITOS MONSTRUOS!

Debo alejarme de la carretera, es mi única opción, espero no perderme... ¿pero qué digo?

¡Si ya estoy perdido!

Debo alejarme rápido, debo correr, ¿pero cómo los podré perder? Me tiro al piso con la esperanza de que la luz pase de largo, y por supuesto, la peor situación esperada acontece: la luz se detiene donde yo estaba, y se sale de la carretera. ¡Saben dónde estoy! No hay opción... debo seguir corriendo.

 

La fatiga empieza a pesar demasiado, hace mucho que no tomo agua, siento como si mi lengua quisiera llegar a mi garganta cuando trato de succionar las últimas gotas de saliva que me quedan, mis pies están destrozados y mis músculos en cualquier momento van reventar. Maldigo a mi frágil cuerpo, pero no me puedo detener hasta estar seguro de que ya perdí a la luz; ésta sigue detrás de mí, sé que puede ir más rápido, sé que ya debería haberme alcanzado, pero juega conmigo, parece disfrutar mis patéticos intentos por huir, pero... qué más puedo hacer...?

Caigo al piso derrotado, dejando atrás la vida que tanto luché por conservar, al final, supongo que por la existencia de un tipo como yo, un vil asesino, no vale la pena que se dé tanta pelea, me rindo, espero acaben con esto de una maldita vez, pero la luz también se ha detenido.


– ¡¿QUÉ DIABLOS QUIEREN DE MÍ?! – Grito.


La luz sigue inmóvil, los dos nos quedamos en medio de la nada uno frente al otro, no son

los monstruos... Sólo... sólo es una maldita luz.

Mientras más la contemplo más aterradora se vuelve, el pánico me invade y me vuelvo a poner de pie para seguir huyendo, no sé qué pasa, pero mientras miro esa luz puedo sentir cómo la vida se me escapa, como si mi piel se secara y mis músculos se rindieran, como si fueran carne suavizada para ser devorada.

Esta vez la luz me sigue de cerca como esperando a que simplemente mi cuerpo se dé cuenta de que ya no puede más y se desplome, sé que disfruta de forma enfermiza esta cacería. Entonces a lo lejos veo a unas personas, tal vez esté por salvarme, les grito con toda mi fuerza que me ayuden, mis gritos provocan que me sangre un poco la comisura de la boca por la resequedad. Cuando llego a ellos, la visión me golpea como una bala en el rostro y caigo de rodillas ante su presencia.


No es posible que estén aquí, ellos son la razón de que tenga que padecer tanto, con que mis pecados están aquí para presenciar mis últimos momentos, ¿Cómo puede ser posible?, si yo mismo los maté.

La luz nos alcanza y los desvanece como si fueran sombras, y yo... me desvanezco con

ellos.

Al siguiente día en las noticias hablan de mí, la policía encontró el cuerpo de un ejecutado en la carretera, una bala certera en la frente y nada más, no hubo resistencia, no hubo nada que pelear.




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