Llévate todo, pero deja mis ojos.
Daniela llegó al Limbo sin nada, estaba totalmente desnuda y sentía su cuerpo frío.
Dejó todo, se lo había regalado al Infierno, le hubiera ofrecido más aún si es que él se lo pedía, pero él decidió que con su corazón bastaba.
La ansiedad se esparcía en su cuerpo ¿cómo buscar a alguien en medio de un espacio en blanco? Siguió caminando, encontró rupturas en el suelo, se acercó y vio que era gente adherida al piso, perecían bocas que gritaban y manos que la intentaban sostener. Se acercó aún más intentando ver si alguno de ellos era él, le rogaban que los ayudara a salir pero ella era incapaz de sentir algo por ellos.
Metió una mano en una de las grietas y tocó el cuerpo de uno de esos seres, él, tratando de huir, agarró con fuerza su piel y rasguñó sus ojos.
Invadida por la ira rompió el brazo de quien la sostenía, quien a su vez fracturó la grieta y jaló a todos de vuelta al Infierno.
Ahí estaba ella, de nuevo frente al laberinto que tanto conocía y había recorrido. Sólo había enojo dentro de ella, era un fuego que crecía y la quemaba por dentro, pero ya no había dolor.
Cubrió sus ojos y recorrió el laberinto a ciegas, sólo que esta vez tomó otro camino, sabía que si algo tenía que cambiar tenía que ofrecer algo nuevo...algo más valioso...
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