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La Chica Llamada Cuervo

Las malas noticias de los monstruos

Recuerdo alguna vez haber creído que "nada malo" iba a pasar y fue ese día cuando se rompieron varios de mis huesos y quedé inmóvil por varios meses en el hospital. Vi la cara del médico tratando de dar una buena noticia, de decirme algo que me hiciera sentir mejor; también vi a las personas salir tranquilas del hospital sabiendo que ya no tenían que volver, pero yo no pertenecía al grupo que se iba a ir, no, yo pertenecía al grupo que se iba a quedar en ese lugar a romperse más.


Mi entorno se volvió blanco y mis brazos estaban conectados a mangueras transparentes de donde venía un líquido que me hacía dormir. Escuchaba de lejos cómo preguntaban si yo iba a estar bien, pero la mala suerte se había encariñado conmigo, así que como mejor pudo, el médico les contó a mis padres cómo de los huesos iba a salir alas y cómo mi cuerpo se iba a empezar a deformar.


"Días en observación" se convirtieron en semanas de cautiverio, todos prometían ir a visitarme pero nadie lo hacía, las maguaras transparentes a veces succionaban mi sangre y el líquido se volvía rojo. Experimenté con dejar de comer pero introducían la comida por mis venas, ellos me querían viva para continuar con el sufrimiento.


Con el tiempo ya ni siquiera las enfermeras se acercaban, jugaban con otros niños, otros que no se estaban convirtiendo en monstruos.


Una tarde, mis huesos ya habían sanado, pensé que me permitirían irme, pero de nuevo, yo soy la de las malas noticias. Me amarraron a una silla de ruedas y me llevaron a un anfiteatro para que más médicos a la par pudieran examinarme. Me pregunté cuántos habrán fantaseado con mi cuerpo desnudo, pero creo que en ese lugar no había lugar para el placer.

Trataron de cortar mis alas para tomar muestras pero se rompían en sus manos; al final decidieron que no había una cura, de nuevo las malas noticias.


Volví a mi casa después de eso, regresé con mi familia, quienes no se veían como monstruos, escondí mis alas, guardé mis plumas, pero mi cara tenía esa mueca de malas noticias.

Creé esta máscara no para protegerme del mundo, sino para protegerlo de mí y con ella poco a poco me fui perdiendo, el monstruo se hizo más fuerte hasta que un día mis alas eran tan grandes que rompieron el techo de la habitación y salí volando.


Seguiré volando hasta que llegue la mala noticia de que ahora serán mis alas las que se rompan.




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