La llegada de Efraín
Llegó justo antes de que comprara la casa. Apareció de la nada. Tocó la puerta del departamento. Su mirada intensa y penetrante, como si estuviera habitando otro mundo y sólo transitara éste. Sus manos muy fuertes, no de trabajo. El cabello largo y lacio. No pude decir nada. Sólo escuchar. Me preguntó muchas cosas, todas las olvidé aunque me impresionaron en un momento. No sé por qué me aferro tanto a recordarlas.
Efraín ha vuelto a tocar la puerta, ahora la de la casa. Me pide abandonar la casa. Aún es tiempo. ¿Tiempo para qué? La casa ahora es más valiosa y no podría nada imaginar lo barata que me ha salido. Yo no puedo abandonar lo que siempre he soñado. Te arrepentirás. Me dijo decepcionado. Le pregunté por su nombre: Efraín, dio la media vuelta.
Lo he soñado. Me dice palabras, como si fueran oraciones en otro idioma. Sus ojos encendidos me miran, aunque se supone no deberían. Me miran y me persiguen... La casa es cada vez más fría. En las noches, aunque sea primavera, debo encender el calentador. Supongo que es porque está construida con piedra volcánica.
He tenido muchos sueños. Ha pasado mucho tiempo de todo. Quiero salir de mi cuerpo, moverme, ser libre. La fiebre y las alucinaciones. Alguien me cuida a media noche. Tiene que ser alguien porque en esta casa podría morir de inanición si nadie lo hace. ¿Quién es? ¿Por qué no la veo?
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