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LA HIERBA DE SATÁN

Mi amada Aurora, que venía de su casa en las sierras, me contó, muy alterada, que en un recodo del río, un terreno que casi conforma un islote, fue despojado de su flora nativa, y mostraba una plantación de algo parecido a la marihuana, pero con follaje extrañamente rojo y negro.

Coincidiendo con esta información, el comisario Contreras hablaba de varios casos de adolescentes con brotes psicóticos, que habían causado violentos incidentes en ámbitos públicos y privados.

Todos mostraban en sus análisis clínicos, la intervención de un alucinógeno muy fuerte, de origen desconocido, cuyas secuelas dejaban a los consumidores en un estado de violencia salvaje. Aullaban, mordían, babeaban una saliva rojinegra, e intentaban atacar a cualquiera con la mala suerte de cruzarse en su camino.

Alertado por la información de Aurora, la policía prohibió el acceso al infausto terreno, y se tomaron muestras de las plantas, corroborando que coincidían con la droga hallada en los jóvenes afectados.

Curiosamente, vista desde arriba, la plantación estaba delimitada por una estrella de cinco puntas. Las plantas de cada “punta” de la estrella, eran totalmente negras, en vez de tener el tinte rojo combinado.

Lamentablemente, los chicos consumidores fallecieron de manera horrible.

La filmación del monitoreo de la institución psiquiátrica mostraba al primer muchacho, fuertemente sedado, y maniatado para evitar que se hiciera daño. Comenzó a convulsionar violentamente, adoptando posiciones antinaturales, imposibles de realizar, en contra del movimiento normal de las articulaciones.

Mientras los médicos le aplicaban un anticonvulsivo, y monitoreaban el anómalo ritmo cardíaco, demencialmente acelerado, el chico farfulló, con una voz infrahumana, frases en un idioma desconocido, semejante al latín, según uno de los testigos.

Consternados por la potencia y gravedad del timbre vocal, observaron como la piel se le ennegrecía, mientras los dientes, que parecían crecer casi imperceptiblemente, y tomar forma aguda, se teñían de rojo.

En el pandemónium de gritos y confusión, corrió una enfermera a buscar oxígeno, al interpretar una cianosis, pero se congelaron al escuchar una voz horrible, quejumbrosa y malévola que gritaba: “¡Ego te maledicam!!”.

En ese punto, un temblor sacudió la sala, y el muchacho, horrendamente deformado, dobló su columna en un ángulo imposible, elevándose sobre sus manos y pies amarrados a la cama, y contorsionando su espantoso rostro. Vomitó algo, que curiosamente, cada participante del episodio lo vio de manera diferente: entre cada doctor, juraron que el chico expulsó de la boca una serpiente, una araña, un murciélago, un escorpión, una sanguijuela. Así mismo, las enfermeras tienen interpretaciones variopintas de lo que lograron captar. Pero nadie, hasta que se calmó, pudo ver lo mismo.

Luego del aberrante suceso, el joven dejó de respirar.

Cuando buscaron lo que había arrojado, vieron en el piso un objeto del tamaño de una moneda grande: era una estrellita de cinco puntas, roja, con los vértices negros.

Hicieron todas las maniobras de resucitación, y al descubrirle el pecho, notaron una marca, como de una pezuña hendida, cerca del esternón.

El esfuerzo fue vano. Falleció. Y a medida que avanzaban los minutos, la inquietante marca fue desapareciendo, al igual que la rara coloración de la piel y dientes.

Tanto doctores como enfermeras quedaron tan choqueados, que dudan lo que pasó. Solo el testimonio grabado en la cámara da fe de lo ocurrido.

Lamentablemente, los otros cinco adolescentes pasaron por trances muy similares antes de morir.

Todo quedó documentado, pero la causa de los decesos es dudosa. Como sobrevino, supuestamente luego de la detección de la misteriosa droga, se supuso intoxicación con sustancias de origen desconocido.

En el terreno serrano, se procedió a arrancar de raíz las plantas, y almacenarlas para un estudio posterior.

Los obreros encargados del trabajo, supervisados por la policía, afirman, consternados, que sentían gritos horrendos en su cabeza cada vez que removían de la tierra las exóticas matas, y con mucho asco, corroboraron que, bajo las raíces, bullían gordísimos gusanos, y el terreno olía a podrido. Lo percibieron, quizá también en su mente, ya que contaban con equipos de protección, que les cubría boca y nariz.

Muchos terminaron descompuestos, con náuseas y dolor de cabeza por varios días.

Se especula que la plantación era un experimento clandestino, con alguna alteración genética en los vegetales, para introducir en el mercado una nueva droga.

Otras personas afirman que las plantas fueron sembradas por adoradores de Satán, y tocadas por su mano maldita.

Nadie ha confirmado, hasta ahora, o desmentido nada.

El comisario me obsequió una de las estrellas vomitadas por los pobre muchachos fallecidos, a los que me tocaría despedir, no bien los forenses terminaran de analizar las autopsias.

Debo confesar que, cuando vi el objeto, por unos segundos visualicé un horrible y pequeño lagarto de dos cabezas.

Lo puse en un recipiente de vidrio, en los estantes de mi colección, bien alejado, porque emana una desagradable electricidad que produce un desasosiego inexplicable.

Si tienen valor, pueden venir a ver la estrella. Si no se animan, los entenderé.

De todos modos, los espero en La Morgue, para seguir contándoles mis historias.

Sueñen bonito…


Edgard, el coleccionista

@NMarmor




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