Instinto
Desde hace unos días empecé a notar un comportamiento extraño en mi mamá.
Ella siempre le había tenido miedo a la oscuridad pero últimamente dejaba las luces apagadas y las ventanas abiertas todas las noches.
Estar junto a ella me hacía sentir incómoda ya que me susurraba al oído ideas de cómo iba a matarme.
Temer por tu vida es el primer instinto que todos tenemos, sin embargo poco a poco lo he estado perdiendo.
Ya vivimos las dos en las sombras, nos alimentamos de migajas que encontramos y nuestros cuerpos ya son casi bolsas de huesos.
La ventana sigue abierta con la promesa de que Él vendrá por nosotras.
-Mamá, ¿apago la luz?
-Sí hija, al diablo no le gustan las luces encendidas.
Lo llamamos el diablo, a ese ser que entra arrastrándose por la ventana, su cuerpo cambia, parece ser hasta líquido, como una masa amorfa que se mueve hasta tocar nuestros cuerpos. Nos come, succiona y los atraviesa por dentro. Al final sólo hay vacío y de nuevo esas ganas de morir.
Esas ganas que se sienten como sus garras rompiendo mi piel, esas ganas infinitas.
Cerramos los ojos y de nuevo empieza otro día, nuestra casa ya es más una caja de cartón donde infinitamente nos visita este diablo que nos permite llegar a la inanición pero nunca nos permite morir.
-¿Mamá estamos en el infierno?
-No hables hija, los demonios nos escuchan.
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