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Huesos rotos

Era un día muy frío dentro de la Morgue así que decidí salir al jardín trasero.

Hace tiempo que no sentía el sol, que no caminaba sobre tierra, pero ese día lo hice.

Nuestro terreno es muy grande, hay árboles, la mayoría secos, pero gruesos, hay flores oscuras, tierra casi negra y está todo desolado alrededor.


Cuentan que antes vivía gente aquí, que esta morgue era dirigida por humanos, que iban y venían a hacer velorios aquí, que algunos entraban con curiosidad a ver qué había aquí dentro. Seguramente muchos huyeron asustados al percibir el olor a cadáver o al realmente ver uno tan de cerca. La idea de humanos aterrados me divierte tanto que hace que mis paseos por el jardín sean más amenos.


El día de hoy encontré un pedazo de pasto disparejo, me hinqué a excavar y encontré huesos, todos rotos, con fracturas inminentes que los despedazaron. Los uní tratando de encontrar una respuesta pero no había forma de saber a quién pertenecieron.

No podía dejarlos ahí así que los reuní todos y los llevé dentro.


Lo consulté con los demás monstruos y todos acordaron que la Señora V sería la única que podría decirnos a quién pertenecían así que los coloqué sobre una mesa, prendí una vela y comencé a llamarla.

A los pocos segundos apareció a lado mío, puso una mano sobre mi frente y supo cuál era mi inquietud. Hace mucho que no escucho su voz pero no necesitamos hablar para comunicarnos. Ella tomó mi mano izquierda y la colocó sobre los huesos, luego puso su mano encima. Al hacer esto pude ver el cuerpo de un niño, se había escondido detrás de los árboles de la Morgue para espiar al embalsamador que en ese entonces vivía aquí, aquél que dejó a la Pierna de Ajab a su suerte.

El niño lo veía asustado pero no podía dejar de maravillarse por su trabajo; sin embargo el embalsamador odiaba ser visto. En cuanto notó que el niño lo espiaba tomó un cinturón y salió al jardín, fue muy sigiloso ya que el niño no notó qué lo aprisionó, cuando abrió los ojos estaba dentro de la Morgue en una camilla totalmente desnudo. El embalsamador pensó en sólo asustarlo, tomó sus herramientas y bromeaba con que no lo escuchaba gritar y actuaba como si el niño estuviese muerto.

Tan lejos llegó su broma que el cerebro del niño se apagó al creer que ya no estaba con vida. Él, al no saber qué hacer, mutiló el cuerpo del pequeño y lo enterró en el jardín.

No sé por qué no lo cremó si tenía esa posibilidad, creo que en el fondo quería asegurarse de que realmente estuviera muerto y creyó que los cortes lo traerían de vuelta.


Después de que la Señora V soltó mi mano dejé de ver esa historia. Le pedí que me dijera en qué parte del infierno se encuentra ese embalsamador, ella, quiero creer que sonrió porque tomó mi mano derecha y formó una línea recta con su dedo índice: esa línea me va a guiar hasta él.


Uní los huesos del niño y los volví a enterrar debajo de un árbol, no escondidos como estaban antes. Posiblemente quiera venir de vivista de nuevo y no quiero que se pierda. En cuanto al embalsamador, creo que esa será una historia de mi próximo viaje al Infierno pero les estaré contando pronto cómo me fue.




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