Daniel siempre tenía sed, era como si su cuerpo estuviera siempre ardiendo y tuviera la necesidad de apagar el fuego.
Todos los días tomaba agua al despertar pero al dar unos pasos de nuevo el calor lo sofocaba. Él creía que era el fuego de su cuerpo, que había un incendio dentro de él, pero nadie más parecía compartir esa historia. Poco a poco fue aprendiendo a controlarlo, pasó de baños largos en una tina a llenar la tina con hielos, de alguna forma tenía que sofocar el calor, sin embargo, era como si no hubiera forma de apagarlo.
El incendio nunca se detendrá.
En las noches, su piel se sentía tan caliente que temía que lo quemara, había acomodado ya toallas húmedas bajo sus sábanas pero el fuego aumentaba cada vez más.
¿Sabes cómo se siente morir quemado? - escuchaba una voz dentro de su cabeza haciendo esa pregunta- tú sólo di la palabra y yo prendo los cerrillos, sólo di que sí. Esa voz lo perseguía, tenía miedo de pensar en la palabra sí, creía que al hacerlo, todo su cuerpo se prendería en llamas y la habitación se volvería sólo cenizas. Sólo di que sí.. las palabras hacían eco en su cerebro provocando una duda: ¿Qué tan malo puede ser morir quemado? Lo había investigado en internet, dicen que duele, que el cerebro se derrite junto con los ojos y no puedes ver cómo es realmente morir. No ver cómo viene la muerte por ti, sólo sentirla destrozando tu cuerpo y reventando tus órganos. Sólo di que sí...¿Qué tan malo puede ser?
La voz continuaba cada vez más fuerte, hasta que una noche, en su cama, Daniel dijo la palabra mágica Sí
Rara vez recibimos un cadáver reducido a cenizas en la Morgue, pero también, no esta no es una morgue convencional.
Al recibir a Daniel lo rociamos de agua y sus pulmones volvieron a respirar, costó mucho trabajo sacar los cerillos de su mano, pero al lograrlo volvió a abrir los ojos.
-¿Viste a la Muerte? - Le pregunté
-No, cerré los ojos durante el camino.
Todos los días mojamos el cuerpo de Daniel para evitar que sus cenizas salgan volando fuera de aquí. Algunas se han perdido y se han llevado recuerdos de cuándo él vivía, pero aun así continuamos, hemos podido regenerar casi todo menos sus ojos, esos continúan cerrados, he llegado a creer que de esa forma lo prefiere él, que así por fin ha podido realmente ver.
El fuego, por cierto, no se ha detenido, ha llegado a incendiar su cama en varias ocasiones, pero lo hemos logrado contener, junto con esa voz que cada día habla más fuerte y le pide que ahora nos queme a todos los demás también.
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