Es sólo una idea
Pasamos tanto tiempo temiendo a las pesadillas que nos limitamos de soñar.
Han pasado muchas noches desde que el Cuervo descubrió la Morgue y decidió habitarla, ha estado solo mucho tiempo y aprendió a sanar sus huesos fracturados él solo. Me aprisionó a su lado, o más bien, dentro suyo con una máscara y he sido su única compañía.
No sé cuánto tiempo pasó antes de que encontráramos a los otros monstruos o antes de que comenzara a traer a la vida a los cadáveres (o pedazos de ellos) que encontrábamos aquí, pero poco a poco logró volver este lugar en un hogar.
Ahora el peligro no estaba fuera, el peligro estaba en sus pensamientos. No sé dónde estaba él antes de estar conmigo, no sé si yo lo creé con mi dolor o si acaso todo esto es un sueño y él me creó a mí; sin embargo, hay un espacio en su cerebro al que siempre he tenido miedo de accesar.
El cerebro de los cuervos no funciona igual al de un humano, he explorado en él y es un laberinto, debes de saber ver en la oscuridad para poder salir, o simplemente perder el deseo de entenderlo para poder sobrevivir ahí.
Parecía que varias de sus ideas se estaban escapando de sus pasillos oscuros y se estaban infiltrando en el demás cuerpo.
Una idea de soledad en su corazón, una de tristeza en los huesos de sus manos, una de desesperación en sus piernas y una de opresión en su rostro.
¿Cómo podía yo pelear contra ellas? Iba a ser una batalla eterna; decidí que la única forma era conocer a cada una.
Hice un viaje dentro de su cuerpo, conocí el corazón que dolía con esa soledad que habitaba ahí, vi su historia, compartí sus lágrimas, juntas salimos de ahí para encontrar la tristeza que debilitaba los huesos, la encontramos masticándolos y dejándoles marcas de sus dientes. Con una luz la ahuyentamos y fuimos juntas a sus piernas, ya inmóviles por la desesperación.
Ella fue la más difícil, no podíamos encontrarla, era una idea tan pequeña que era casi transparente, sin embargo era la más poderosa: le había hecho creer al cuervo que sus piernas eran incapaces de caminar. Una vez que estuvimos con ella peleamos para ahogarla en la sangre y nunca volver a saber más.
Quedaba una sola, la opresión que mantenía al Cuervo mudo. La encontramos cosiendo sus labios dentro de su boca, le quitamos los hilos y la amarramos a ella, cayó por la garganta y el Cuervo volvió a hablar.
Era hora de volver, pero la idea de la soledad no tenía a dónde ir así que se aferraba a mí, me pedía que no la regresara al laberinto del cerebro, ella quería ver la luz, así que hice el máximo sacrificio que he hecho por alguien, y la dejé entrar al mío.
Desde ese día hay una sombra en mi pensamiento, una ligera capa gris que cubre todo y me causa escalofríos haciéndome creer que tal vez esta Morgue está inhabitada y sólo soy yo quien vive en ella.
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