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Leanan Sidhe

Entre nosotros


Era el año de 1953 , el país estaba pasando por muchos cambios tecnológicos, sin embargo en el estado de Texas parecía haber un retroceso, nos habían abandonado.

Recuerdo muy bien asomarme desde la ventanilla del auto cada que salíamos a comprar víveres y asombrarme al ver edificios devastados y calles sucias con vagos por todos lados. Mi madre me decía que todo era culpa del presidente y su gobierno que teniendo tantos pendientes los más alejados eran los más afectados, los olvidados.

En casa las cosas se ponían cada vez más tensas, mi padre siendo oficial de policía, volvía del trabajo con un humor de perros. Siempre se quejaba de la delincuencia, de la falta de recursos y la corrupción en su estación; lo único bueno de la vida era el tiempo que pasaba con mi hermana.

Ella era 4 años mayor que yo, siempre nos protegimos y nos dedicamos a jugar con lo que teníamos y podíamos. Su risa, cada que la escuchaba me provocaba la mayor alegría, era imposible no reír con ella, a su lado no me faltaba nada.

Lamentablemente cuando entró a secundaria su temperamento cambió, siempre estaba triste y dispersa, cargaba unas enormes ojeras y había noches en las que yo me despertaba solo para ver si de verdad estaba durmiendo, me preocupaba su semblante.

No era de esperarse que los maestros mandaran comunicados hablando de la falta de interés de mi hermana por las materias. En ellas decía que había bajado drásticamente sus calificaciones y que proponían integrarla a un grupo de ayuda por las tardes, solo necesitaban la firma de mis padres, ellos se negaron varias semanas, no creían que mi hermana estuviera tan grave como para entrar a ese tipo de grupos.

Fue hasta que mamá la cachó en la madrugada sentada en la mesa de la cocina llorando que decidieron actuar.

Las sesiones de grupo comenzaron siendo 1 día a la semana, pero cada vez ella se ponía más extraña, ya no me dejaban acercarme porque temían que hiciera algo que la pusiera peor. No pasó mucho tiempo hasta que alguien le sugirió a mis padres internarla en un hospital, jamás pensé que lo que tenía fuera una enfermedad y mucho menos que existieran hospitales para eso.

Decían que era algo nuevo, de las pocas cosas que habían llegado a revolucionar la vida, comentaban que los psiquiátricos eran para personas locas y vagabundos, cosas del pasado, que éstas nuevas clínicas de verdad curaban a los pacientes.

Me aterraba pensar que se llevaran a mi hermana, pero honestamente tenía meses que mi hermana ya no estaba. No me dejaban acompañarlos a las sesiones y cada que iban me dejaban en la casa de la vecina, la cual tenía las cosas más antiguas del vecindario.

Una tarde volvieron sin ella, recuerdo perfectamente salir corriendo de la casa contigua cuando vi que mis padres habían estacionado el coche, pero para mi sorpresa solo ellos bajaron del carro, el asiento de atrás estaba vacío.

Lloré descontroladamente, al parecer no era la única, mi madre tenía los ojos rojos y la mirada destrozada. Pregunté por mi hermana y mi padre dijo que había iniciado un tratamiento, que tardarían una semana para volver por ella.

No pude dormir bien desde entonces, despertaba 2 o 3 veces en la madrugada gritando y con lágrimas en la cara, estaba teniendo pesadillas sobre las cosas que le hacían a mi hermana. Mi madre corría a mi cuarto y me abrazaba, yo le contaba lo que soñaba, veía cómo muchos aparatos rodeaban el cuerpo de mi hermana, jeringas por todos lados, utensilios afilados, doctores vestidos de blanco pero de cuerpos extraños, no parecían humanos. Ella trataba de tranquilizarme diciendo que solo eran malos sueños, que todo iba a estar bien y que quizá debía dejar las golosinas esos días.

Algo en mi interior me decía que las cosas no iban bien, que mi hermana estaba intentando comunicarse conmigo, que necesitaba ayuda. Pero siendo tan pequeña nadie me entendía y creían que solo tenía demasiada imaginación.

Pasaron los días y las pesadillas iban en aumento, cada que veía a mi hermana tendida en ese cuarto extraño con utensilios, mi piel se ponía fría y escalofríos recorrían todo mi cuerpo. Pude ver cómo le abrían la cabeza como si fuera una vil tapa, algo viscoso y rosado se asomaba por ahí, esa imagen me perturbó al instante, intenté despertarme con tal fuerza que terminé en el suelo de mi habitación de nuevo gritando pero ésta vez los gritos eran de terror.

Mis padres temían que me estuviera afectando tanto la ausencia de mi hermana que terminara igual que ella en aquella clínica. No había mucho que hacer, los días pasaron y mi hermana volvió de aquel lugar.

Estaba muy sonriente y sus mejillas rojizas como nunca, extrañaba ver esa expresión en su rostro, sin embargo sentía que ella seguía sin ser la misma, corrí a abrazarla y ella me abrazó de regreso muy secamente, era como si nunca hubiera dado un abrazo, sentí como imitaba mis movimientos para que nadie sospechara.

A la hora de la comida se limitaba a sonreír y comer bocaditos mientras nos miraba fijamente, sus movimientos eran torpes, mis padres creían que era por los medicamentos que sus músculos seguían adormecidos. Era como si hiciera todo por primera vez, lo que habitaba el cuerpo de mi hermana nunca había estado en éste planeta.

Tenía miedo de dormir en la misma habitación que ella, me repetía una y otra vez que todo era parte de mi imaginación y que al día siguiente volvería a ser como era antes. Pero no podía dormir, me tapé con las sábanas hasta que escuché que todo mundo estaba dormido, así que decidí comprobar la teoría que rondaba por mi mente.

Me acerqué lentamente a su cama y con mucho cuidado moví su cabello buscando algún indicio en su cuero cabelludo. Ahí estaba… una cicatriz perfecta rodeaba en forma de óvalo la parte de atrás de su cabeza, no podía creerlo, aquellas visiones nocturnas que yo llamaba pesadillas eran escenas de los procedimientos que le hicieron a mi hermana.

Me tembló todo el cuerpo y mi respiración se hizo muy agitada, tuve que regresar lentamente a mi cama pero no pude cerrar los ojos durante toda la noche, al día siguiente decidí alejarme completamente de ese ser que habitaba el cuerpo de mi hermana.

Mis padres estaban más que contentos con la nueva versión de su hija mayor, era educada, callada y muy sonriente, era increíble que creyeran que el cambio había sido para bien, era como si nunca hubieran conocido realmente a mi hermana.

Las idas al supermercado aumentaron, mi hermana siempre pedía ir para dar vueltas por la ciudad en coche, le gustaba observar todo a su alrededor, yo me sentaba a su lado y le sonreía esperando que no sospechara nada, mientras recorríamos las calles me fui dando cuenta que ya no estaban llenas de vagabundos y que los edificios comenzaban a verse cada vez más modernos. Mamá creía que al fin habían llegado los cambios que todos esperaban desde hace mucho tiempo. Sin embargo, yo no estaba segura de eso, si algo le habían hecho a mi hermana era muy probable que más personas hubieran pasado por el mismo procedimiento.

Le pedí a mis padres que me cambiaran de cuarto, me era imposible quedarme dormida, ya no quería estar en la misma habitación que ese ser extraño, puse de excusa que ya era mayor y que merecía algo de privacidad, me costó trabajo pero accedieron.

Poco a poco el cuerpo de mi hermana actuaba más y más natural a los movimientos que todos hacíamos, se fue perdiendo la oportunidad de delatarla pues no había pruebas más que mis sueños y aquella ligera cicatriz que había en su cráneo.

Comencé a escribir todas las cosas extrañas que notaba a mi alrededor, personas que caminaban con mirada perdida pero sonrisa en sus rostros, perros que actuaban como si no fueran animales, sentía que nos estaban invadiendo, no pude hacer nada, tuve que adaptarme a todos esos cambios y fingir que nada estaba pasando por fuera, pero, dentro de mí, me propuse escribir todas aquellas cosas extrañas que atacaron a Texas desde 1953.







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