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Entre mis manos

Me habían dicho que los cuervos se comen a la muerte, que bajan a la tierra en búsqueda de seres moribundos y los devoran, algunas veces se llevan a los que ya murieron y se alimentan de su carne.

Nunca había pensado antes en comerme a la muerte, pero ahora, ya perteneciendo a un nuevo mundo, tenía que aprender a hacerlo.


Comencé con los animales que morían de forma natural cerca de la morgue, no me atrevía a matarlos yo, así que busqué entre los árboles y encontré un nido de pájaros que se había caído. Los cadáveres eran tan pequeños que cabían en mis manos, los sostuve y sentí cómo al poner un poco de fuerza se rompían entre mis dedos.


Fui al techo de la morgue y ahí lloré mientras me comía a los pájaros bebé con olor a muerte. Odiaba el tener que probar su carne e imaginar toda la vida que no tuvieron, sin embargo, desde ahí tenía vista perfecta a la casa de los vecinos, a lado de la Morgue vive una familia, pero yo nunca les había puesto atención, hasta ese día en el que, sentada sobre las tejas húmedas, masticando partes del cadáver que sostenía en mi boca, pude ver el interior de su casa.


Muchos humanos deben de creer que nadie los ve cuando están solos en sus casas, ninguno se imagina que habrá un monstruo observándolos y saboreando a qué sabrá su carne llena de olor a muerte.

Por unos minutos pensé en devorar a la familia entera, tal vez comerlos a todos zacearía mi hambre por meses y ya no necesitaría nada más, pero no podía matarlos sin saber sin antes conocerlos, así que volví el espiarlos una costumbre.


Todas las mañanas subía con mi desayuno, algún cadáver o restos de alguno y mientras masticaba los veía fijamente tratando de entenderlos. Vi al único hijo esconderse bajo la cama cuando sus padres peleaban, a su madre llorar cuando su esposo comenzaba a actuar de forma violenta. Me encantaba la idea de que esa familia no tenía ni idea de quién los estaba acechando planeando cómo comer su carne.

Al cabo de unos días fue claro que debía de comenzar con el papá, había sido malo en todos los aspectos, cree que tiene impunidad, lo escuché decir que como vive a lado de una Morgue no hay vecinos que se enteren de lo que él hace.


Llegaba la hora de mi desayuno, yo lo como en la madrugada, y las luces de la casa estaban apagadas, parecía el momento perfecto para ir a cazarlo.


Trepé por la barda de la casa hasta la ventana de la habitación principal, con el tiempo mis manos se han adaptado a parecerse más a garras y esto fue sencillo. Cargar el cuerpo del hombre fue fácil, estaba dormido y no sintió nada. Llegamos a la Morgue, lo recosté sobre una camilla metálica, fue ahí cuando despertó. Gritó al verme, yo ni siquiera había dicho nada cuando él moría de miedo ahí. Me sentí un poco decepcionada, esperaba más del agresor de la casa de a lado.

Mientras gritaba, los huesos de su tórax se elevaban y vi sus costillas marcadas en la piel, me recordó a los pájaros que se cayeron del nido. Inhalé todo el aire de la habitación y el Cuervo comenzó a crecer hasta volverse un gigante que cubría el lugar, tomé su torso con una mano y sentí los huesos tronar entre mis dedos.


El desayuno dio giro muy inesperado pero puedo decir que bastante gratificante ya que cada madrugada mientras mastico pedazos de ese cuerpo, veo a una familia tranquila, sin miedo.




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