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La Chica Llamada Cuervo

Ella volvió

Se escucharon golpes debajo de la tierra. Nadie sabía que ahí había una tumba, era un secreto que guardábamos el Cuervo y yo.

La tierra se empezó a mover y de ahí salió una mano desesperada por sentir el aire, se impulsó y dejó ver el cuerpo que se escondía ahí dentro.

Con un gritó inhaló todo el aire que cabía en su cuerpo y volvió a la vida: la inocencia estaba regresando de su tumba.


Cuando el Cuervo y yo decidimos enterrarla juramos que nadie nunca sabría sobre ella, nadie la extrañaría. Él propuso clavarle un cuchillo en el corazón y detener su existencia por siempre, sin embargo yo decidí golpearla en la cabeza con una pala.

Todavía recuerdo cómo se aferraba a mis tobillos cuando la saqué jalando de debajo de mi cama para poder llevarla al jardín y acabar con su vida. La golpeé tan fuerte que cuando cayó inconsciente vi sangre en la pala. Su cuerpo ahí tirado me causaba escalofríos, era literalmente igual a mí, era como verme muerta en un hoyo de tierra.


El espacio era tan profundo que no había forma alguna de que ella volviera, pero en cuanto retomó el aire sentí ese golpe en el pecho que me anunciaba que una parte de mí seguía viva y yo, inmersa en la oscuridad de mi habitación, quise gritarle que se regresara a dormir, que volviera a la muerte a donde yo la había enviado porque no había espacio para ella aquí.


La inocencia me buscó, encontró la Morgue y tocó la puerta con esa forma ingenua que tiene de ser ella. Mi cuerpo ya cambió, ya no me veo como esa niña débil a la que le duele caminar, no, ya tengo plumas que salen de mis huesos y garras que me defienden, aun así no pude negarle la entrada.

Se sentó a unos metros de mí, maravillada de mi nuevo mundo, lloró y rogó que no la devolviera, ella sí le teme a la oscuridad. De nuevo se aferró a mis tobillos, manchaba mi pierna con lágrimas, pensé en usar mis nuevas garras para romper sus brazos y que así no pudiera seguir sosteniéndome pero había algo en ella que me impedía romperla.


Me siguió hasta mi habitación; juntas construimos un lugar donde ella pueda vivir bajo mi cama, puse una lámpara para que no viva entre las sombras y vi por primera vez un espacio lleno de colores ahí.

En la noche escuché sus gritos de dolor, el estar cerca de mí la estaba transformando y empezaban a salir plumas de sus huesos.




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