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Rigor Mortis

EL MONSTRUO DE HUMO

Recibí un correo de un colega de un pueblo vecino, donde una corporación instaló crematorios en las afueras, cerca de un asentamiento de gente de muy escasos recursos.

Aldo me contaba que para despejar unos valiosos terrenos donde había un viejo cementerio, estaban desenterrando tumbas alocadamente, cremando los restos, para dejar el espacio disponible para construir allí un complejo habitacional.

La población estaba indignada. En ese camposanto yacían restos de los ancestros de casi todos los habitantes, y las personas cercanas al crematorio padecían un aire cargado de hollín, que se pegaba hasta en los pulmones, generando malestares físicos y la repulsión de estar respirando aire cargado del humo de innumerables cuerpos cremados.

No demostraban el mínimo respeto hacia los restos, que eran tratados como basura.

Pese a que cada lápida indicaba su ocupante, palas mecánicas revolvían pedazos putrefactos de cuerpos agusanados, desmembrándolos, y mezclando sus huesos antes de despedazarlos, y meterlos en contenedores destinados al crematorio.

Pero lo curioso ocurrió la tarde anterior, antes de desatarse una tormenta.

En el cielo gris, el hollín que flotaba en el aire insano, formó una figura cuasi humana, con rasgos monstruosos. Cuando abrió su boca con dientes de humo negro, un trueno estalló, y un relámpago salió por ella como un grito de furia, seguido por un rayo, que pareció escupido por la silueta. Impactó en el crematorio, causando un derrumbe que aplastó a varios trabajadores.

El resto se negó a seguir operando los hornos, causando la ira de los empresarios, a quienes les urgía desocupar el añoso y súper poblado cementerio para construir el millonario emprendimiento.

Ante los reclamos de los operarios, la patronal reaccionó enviando una guardia privada de matones, que, a fuerza de violencia, obligó a los pobres hombres a seguir su amarga labor. Un grupo rebelde salió fuera del predio, y comenzó a pelear con palos y piedras con los represores.

De un auto de lujo bajó el ideólogo del proyecto, hombre vinculado a la política, y con un megáfono, amenazó a los díscolos con tomar represalias contra los familiares si no acataban las órdenes dictadas.

En ese momento, estalló un trueno extraño, ya que parecía un grito infrahumano.

Todo el mundo levantó la vista al cielo, horrorizándose al ver el monstruo de hollín, encendidos sus ojos con un fuego iracundo.

La criatura pareció fijar su irreal mirada ardiente en el líder abusivo, y con un bramido envuelto en el furor de la tormenta, le envió un rayo que lo atravesó, fulminándolo en el acto.

La muchedumbre de ambos bandos quedó paralizada, atónita al observar cómo estallaba una lluvia furibunda, negra de hollín, bañándolos del inmundo tizne de las cenizas mojadas de cadáveres quemados.

Me preguntó Aldo qué opinaba yo de la naturaleza del fenómeno, captado y viralizado.

Él en particular, estaba atónito.

Creo que el dolor, el odio, la injusticia, se materializaron con energías que corporizaron ese ente, voz de los muertos y los vivos sufrientes. Un grito primigenio de la tierra, si se quiere.

Cuando terminé de analizar el caso, llegó un mensajero con un pequeño paquete que me enviaba Aldo: contenía un sobre con el extraño hollín que se desprendió del monstruo de humo. Al tocarla, me sobresalté sintiendo una desagradable electricidad y desasosiego, con la imagen de la entidad al cerrar unos segundos los ojos. Pude visualizar brevemente el fuego en la mirada de la criatura. Me dio la sensación de que su enojo no estaba calmado. Y no creo que se aplaque hasta que cesen los negociados en los que se involucran el feroz materialismo y consumismo por sobre la espiritualidad, y el recuerdo amoroso de los seres queridos.

Las hábiles manos de Tristán, mi ayudante y amigo, tallaron un pequeño ataúd donde guardé las cenizas vibrantes de ondas inquietas, intranquilas, para que descansen en las estanterías de mi colección.

Más allá de los rituales que rodean a la muerte, se debe valorar con respeto los recuerdos que guardamos de quienes partieron.

Demasiado triste es despedir a los seres queridos, como para ver violar sus lugares de descanso en manos de despiadados buitres sin escrúpulos.

Si se acercan a visitarme a La Morgue, podrán ver el féretro en miniatura vibrar sobre su estante, como si dentro de él se desatara una tormenta, en donde la primitiva fuerza del amor se enfrenta al materialismo despiadado.

Los espero, como siempre.


Edgard, el coleccionista

@NMarmor





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