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EL MAL SE APROXIMA (HISTORIAS DEL CUADERNO NEGRO)

@NMarmor

Me hallaba oficiando el velatorio de un querido amigo del pueblo, Saúl, cuando la cara de mi asistente, Tristán, revelaba inquietud y desasosiego.

Se acercó a mí.

—Tal como intuía, Edgard. Creo que algo malo está rondando en el ambiente.

Señaló mi prendedor: estaba ligeramente más turbio el cristal.

Comprendí que sería prudente sacar de la caja fuerte una vara de plata terminada en una afilada punta, entendiendo intuitivamente que mi padre la había dejado para un momento como éste.

El espectro de Saúl apareció con gesto temeroso, haciéndonos señas. Efectué, a mi vez, un movimiento con mis manos, pidiendo que se tranquilizara.

El velatorio transcurrió normalmente, salvo por la afligida presencia de Saúl, y nuestra propia inquietud. Tristán miraba tenso hacia todos lados, dispuesto a defenderme, si se presentaba mi malvado medio hermano, Velasco, que tenía toda la intención de asesinarme, y torturarme previamente para despojarme de mi don.

Cuando concluyó la despedida, y todos se retiraron, Saúl se mostraba francamente aterrorizado.

Las luces empezaron a fluctuar, y el cadáver de Saúl comenzó una descomposición acelerada, en contra de toda lógica. El olor era nauseabundo. El cuerpo se cubrió de pústulas purulentas, y la boca del muerto se abrió dislocando la mandíbula. De ella, con una velocidad de pesadilla, comenzaron a surgir arañas enormes, azabaches, con un ojo rojo plasmado en los horripilantes lomos.

Tejieron con rapidez de pesadilla una mortaja alrededor del cuerpo, que parecía una momia de telarañas, y pronto todos los bichos se fusionaron en una sola araña gigantesca.

Comprendí entonces que Velasco intentaría atrapar la energía del alma de Saúl, impidiéndole ascender hacia la luz, y, de paso, dañarnos todo lo posible con su ponzoña.

Sin darnos tiempo a reaccionar, el engendro direccionó su tela hacia el alma, apresándola. Por la cara de sufrimiento del espectro, estaba siendo sometido a un gran dolor espiritual.

Impusimos nuestras manos de inmediato hacia el bicho inmundo.

De sus fauces nauseabundas se escuchó una carcajada espeluznante. Nuestro poder era inútil ante la fuerza de su maldad.

Entonces, en un impulso, saqué de mi bolsillo interno la pequeña daga de plata, y la clavé en uno de sus globulosos ojos repulsivos.

Un grito de agonía se mezcló con una amenaza emitida con un odio visceral:

—¡Esto es solo el comienzo, Edgard! ¡Ahora no solo vendré por ti, sino también por Tristán y Aurora, y centuplicaré mis poderes!

No bien terminó el discurso venenoso, del ojo comenzó a manar un líquido fétido verde, y la araña se fue achicando hasta quedar del tamaño de mi mano, petrificada.

Se deshicieron al instante las telarañas que apresaban al espíritu de Saúl, y las que amortajaban su cuerpo descompuesto.

—Te pido perdón, amigo, por el horror que pasaste, y por el estado en que quedaron tus restos. Puedes marcharte en paz. Siempre has sido una buena persona. Rezaré por tu descanso eterno.

Saúl tenía un semblante aliviado, y podía percibir amor y agradecimiento. Nos saludó antes de ascender en un rayo de luz.

Tomé la araña de piedra para mi colección.

He decidido irles contando de a poco todas las historias que descubrí en el cuaderno de tapas negras de mi padre. Por hoy, este infausto encuentro con Velasco, me ha dejado agotado, pero si me ocurre algo, deseo que quede un registro, para que si alguno de ustedes, mis amigos, tiene el don, pueda defenderse de mi perverso medio hermano.

Los invito a acercarse a La Morgue. No teman. Por ahora, están a salvo. Y como ya he dicho anteriormente, en algún momento, de todos modos, pasarán por aquí…


Edgard, el coleccionista



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