Hay muchas formas de llegar a la Morgue, pero todas terminan con un cuerpo sobre una fría camilla metálica.
Adriana nació a través del dolor. El cuerpo de su madre rompió varios tejidos por el esfuerzo de traerla a la vida. Su cuerpo nació lleno de sangre y con un grito de miedo fue como sus pulmones se abrieron. Cuando llegó a la edad de poder hablar, sus padres le enseñaron a callar. Cuando empezó a caminar, aprendió a estar sentada, mirando hacia abajo y sin hacer preguntas. Ahí es donde empezó el dolor: en su garganta se formaba una ligera capa negra que cubría sus cuerdas vocales cada que ella tenía que estar en silencio. El dolor de su garganta empezó a crecer, así que decidió desobedecer. Habló tan fuerte como pudo, gritó, incluso lloró mientras desgarraba su garganta; pero la desobediencia vino seguida de un castigo, y es así como conoció a Dios.
Ahora el silencio en su cuerpo no era suficiente, también empezó una censura en sus pensamientos; y por si acaso Dios no estaba disponible en ese momento para castigarla, la Iglesia le enseñó cómo infringir dolor en su propio cuerpo y cómo, de nuevo, guardar silencio. -Dios se creó para lastimarnos. - dijo en voz alta Adriana antes de cubrir su boca por siempre. Estaba convencida de que sólo a través del dolor es que podía liberarse, si llegaba al máximo punto de dolor podría conocer la paz y por primera vez, dejar el sufrimiento atrás.
Tomó una aguja con hilo y comenzó a coser su boca mientras que en su cabeza repetía un rezo que había aprendido de rodillas frente a una cruz. La sangre escurrió por sus labios mientras ella seguía cosiendo su boca para permanecer por siempre en silencio.
Poco a poco su cuerpo fue perdiendo la energía, las ganas de existir y se consumió (en silencio) hasta que sólo quedó un cuerpo en la Morgue.
Una vez que la tuvimos aquí, retiré con un bisturí el hilo, ella sonrió. Ha comenzado a hablar de nuevo, pero, a juzgar por la forma en que me mira, sé que su mente por fin se liberó de la censura y que sus pensamientos son libres después de la muerte.
Comments