Dientes
Atrás de mi casa, en el jardín abandonado, hay un cadáver enterrado.
Lo sé porque he visto la tierra temblar cuando se mueve por la humedad, he visto alguno de sus huesos asomarse y las hierbas crecer de sus restos.
Nadie se acerca al jardín, está abierto, no hay seguridad, pero aun así nadie se ha acercado a él, yo a menudo paso por ahí, juego con la tierra y adorno la tumba con flores frescas, pensando que tal vez ellas se pueden llevar un poco el olor a muerte.
- Convivir con muertos te va a succionar la vida- me dijo mi madre cuando vio mis rodillas manchadas de tierra.
-Entonces, ¿tú también sabes del cadáver enterrado en el jardín?
- Claro, todos lo sabemos, pero todos tenemos la suficiente precaución como para no acercarnos a él.
-¿Es un él?
-Nadie sabe, no hay nada ahí que lo pueda delatar mas que sus dientes.
Sus dientes... ¿seguirán blancos? ¿serán amarillos o negros por el paso del tiempo? ¿Cómo es la sonrisa de un muerto? pienso mientras camino de vuelta hacia el jardín con una pala. Esta vez voy de noche, mi impermeable negro me ayuda a esconderme de la mirada fija de mi madre quien ama pasar la noche en vela observando el mundo desde su ventana.
Entierro la pala justo donde están las flores que previamente coloqué, el olor es mucho más fuerte, debí de haber traído más flores. Entre más muevo la pala más siento que me acerco al cadáver. No está enterrado tan profundo, quien sea que hizo este trabajo parece que lo hizo sin respeto, sin cariño, no le importó que se cubriera lo suficiente o que algún perro pudiera desenterrarlo, lo dejó aquí sólo con el frío.
La pala continúa cavando y removiendo la tierra hasta que encuentro una mano, su piel se ha caído casi completamente, está enterrado acostado boca abajo, tengo que hacer un hoyo más grande.
El sudor entra a mis ojos y me deja casi ciega mientras la tierra sale del hoyo. Esta es una misión más difícil de lo que parecía, el olor es peor y mi pala se está llenando de gusanos, hasta que al fin encuentro un mechón de cabello: he encontrado la cabeza.
Sin quererlo, al tomar su cabello, escuché cómo su cuello tronó debajo de mis manos, me asusté pero no podía detenerme y entonces ahí, viéndolo fijamente vi su boca entreabierta con unos dientes blancos asomándose.
Los dientes son la respuesta, pensé mientras metía mi mano en su boca podrida para arrancar alguno, sin embargo, los dientes se encajaron en mi piel y me empezaron a morder. La sangre se escurrió por la tierra y comenzó a llenar el hoyo que yo misma había cavado, yo había diseñado mi propia tumba.
Caí boca abajo y el cadáver me abrazó, después de ahí todo fue oscuro por unos minutos.
Al abrir los ojos sólo vi la tierra sobre mi cara, me levanté empujándolo lejos de mí y corrí de vuelta a casa.
-¡Mamá! ¡El cadáver me mordió! - grité mientras azotaba la puerta de su habitación.
-Hija, te dije que no jugaras con muertos ¿no es así? - respondió ella sin mayor sorpresa y entonces me acerqué a su espejo y me ahí, muerta. llena de sangre seca y tierra. - Ahora vuelve al jardín, mañana te llevo unas flores.
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