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Algoritmos II

Por Leanan Sidhe


Comencé siguiendo perfiles con gustos similares, no fue difícil localizarlos, solo me iba a la parte de likes y comentarios y con ello seleccionaba los que eran de mi interés.

Todo parecía muy tranquilo hasta que comenzaron a llegarme mensajes a mi bandeja de entrada. Ellos querían que me uniera a un tipo de club cibernético, varios de ellos me mandaban al mismo link, al parecer todos estaban en contacto por medio de esa plataforma.

No lo pensé demasiado y una noche de insomnio y aburrimiento decidí entrar al dichoso link. Me pidió algunos datos y un código que ya me había sido brindado desde que me invitaron, fueron varios cuestionarios los que me hicieron para por fin dar de alta mi correo.

Metí uno que casi no usaba, pues no quería que se llenara de spam mi correo principal y tampoco quería que mi familia se enterara.

Ya dentro descubrí que era una plataforma similar a las páginas pornográficas. Tenían categorías, videos en vivo, pago por evento etc. etc.

Al principio me sentía muy nervioso, me daba pavor entrar y al primer video perder un tornillo, aunque honestamente, siempre he sido muy morboso.

Cuando llegan a pasar accidentes corro a twitter para buscar las fotos que no aparecen en facebook o en la página del periódico, busco las más sangrientas y alimento mi curiosidad con aquello que no todos toleran ver.


El primer video que me animé a ver era sobre una matanza de sicarios, me pareció buena idea para empezar, ya que, ese tipo de videos son los más comunes. Duré varias horas en esa categoría hasta que por fin pude dormirme.

La siguiente noche fue más sencilla y decidí subir de nivel, cada vez me era más sencillo ver las matanzas y oír los gritos de desesperación de las víctimas. Su sufrimiento, la sangre, su dolor, todo eso me llenaba de regocijo.

Se hizo parte de mi rutina despertar a las 2 de la mañana y ver videos hasta el amanecer, recordé mi etapa de pubertad cuando hacía lo mismo pero viendo pornografía, tenía casi el mismo efecto aunque a mi parecer ésto era más placentero, porque era más real.


Sabías que el alma de la persona estaba dentro de su cuerpo hasta que de un momento a otro desaparecía, me generaba una sensación muy mística pensar en eso.

Estás y de repente dejas de estar. Desaparece tu ser, es tu cuerpo, quizá son tus partes, pero tú ya has volado a otro lado.


El morbo de ver los ojos de alguien con vida y en un instante un cuerpo vacío, lo eran todo para mí.


Pasaba el tiempo y cada vez decidía conocer una categoría diferente, algunas eran buenas, otras no tanto. Comencé a conocerme más, a disfrutar de mi lado malvado, a sentirme orgulloso de mi secreto, a sentirme el amo de mi cuerpo y mis decisiones. Iba bien hasta que aquel video cambió mi perspectiva, reproducí aquello que no debía, aquello que temí desde el primer momento en el que me registré en la página. Perdí el tornillo que me mantenía en la realidad. Mi inocencia y mi humanidad escaparon de mi cuerpo, pude verme reflejado en el asesino del video, pude sentir su sed de asesinar. Sentí cómo amarraba las cuerdas, cómo golpeaba a su presa, sentía su respiración, sus latidos, me convertía en él por medio de la pantalla. Mi frente sudaba aunque solo estaba sentado frente a la computadora, mi respiración era agitada aunque yo no estaba haciendo nada. Me sentía el protagonista y de un momento a otro quise vivir la experiencia.

Corrí sigilosamente a la cocina y del cajón preferido de mi madre tomé el cuchillo más filoso y grande que poseíamos. Regresé a mi cuarto y cerré con llave la habitación.


Respiré profundamente mientras sentía la adrenalina en mi cuerpo. Tomé fuerza en mi asiento y con toda la decisión del mundo corté mi cuello violentamente.



Mi padres encontraron mi cuerpo a la mañana siguiente, se había formado un riachuelo de sangre desde mi escritorio y salía por debajo de mi puerta, estaban aterrorizados.

Quisieron llamar a la ambulancia pero en mi cuerpo ya no quedaba ninguna gota de sangre.

No fue hasta que la policia llegó a inspeccionar todo cuando se dieron cuenta que mi computadora seguía encendida. Había dejado mi sesión abierta y en ella vieron el título del video en vivo que había iniciado horas antes “Cuando el depredador se convierte en presa”.




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