Esteban llevaba días encerrado en su habitación leyendo el mismo libro de siempre. Sus padres llevaban la misma cantidad de días pidiéndole que saliera de ahí, pero era imposible contactarlo: siempre sumergido en el mismo libro como si se transportara a otro mundo. El libro contaba una historia distinta cada que Esteban lo abría, algunas veces sus páginas se movían solas y veía las letras aparecer en el papel. Otras veces, eran ilustraciones animadas, se levantaban de la hoja y lo tocaban; no podía dejar de verlo. Con el tiempo había olvidado cómo comer, pasaba tanto tiempo frente al libro que no recordaba cómo era la vida normal afuera de su habitación, inclusive había llegado a quedarse dormido abrazándolo como si éste fuera una extensión de su cuerpo. La comida se volvió escasa, ya todo eran líquidos y popote gigante para consumirlo todo. Su cuerpo se fue haciendo más delgado, sus costillas parecían salirse de la piel, sus brazos eran sumamente débiles y sus huesos eran filosos. Poco a poco Esteban se estaba consumiendo frente a su libro. El tiempo pasó afuera de su habitación, sus padres olvidaron visitarlo, así como también la razón por la que subían con vitaminas líquidas, sólo sabían que tenían que hacerlo. Llegó un hijo nuevo, las estaciones cambiaron y poco a poco la gente fue olvidando a Esteban quien casi era un cadáver consumido por su libro. Finalmente, un día Esteban recordó quién solía ser antes. Se levantó repentinamente y corrió fuera de la habitación. Llegó a la cocina, vio toda la comida brillando frente a él, recordó los sabores, imaginó el azúcar, los dulces y así, comenzó a atragantarse de toda la comida. Hizo una masa gigante de todo y la devoró en grandes mordidas.
Sus dientes se rompieron al tocar la masa pero él seguía comiendo mientras tragaba pedazos de dientes, sangre y comida.
Lamentablemente, tanto tiempo de dejar de masticar hizo que Esteban perdiera la práctica, así que un pedazo de su gran masa de comida se quedó atorado en su garganta.
Sólo se necesitan 2 minutos sin aire para que lleguen los espasmos de dolor, 3 minutos para perder la consciencia, y en el caso de Esteban, 4 minutos para reducirse a nada.
Cuando la familia del chico volvió a casa, encontró lo que parecía ser una envoltura de cuerpo tirada en la cocina. Estaba totalmente consumido. Con una escoba barrieron su cuerpo y lo sacaron a la basura; al volver, su madre caminó de nuevo a la habitación donde iba diario. Ahí estaba el libro solo, intrigada por lo raro que se veía lo tomó para así poder regalárselo a su nuevo hijo.
El libro, que ahora contiene dentro de sus páginas la historia de Esteban, está en nuestro librero. Algunas veces, cuando una visita se niega a ir de la Morgue...recurrimos a agregar una historia más a sus hojas.
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