Simulación
Año: 2050 País: México
Los recursos naturales han llegado a su escasez, los gobiernos del mundo pusieron en marcha el programa que definirá el futuro de la humanidad. Las selvas, bosques, playas y desiertos que quedan han sido abarrotados y están en máxima vigilancia. Solo el 1% de lo que llegó a existir sigue vivo.
Adriend: Hoy desperté con tanta emoción que no recordaba lo que se sentía sonreír por más de 5 minutos. Es mi primera simulación, lo he esperado toda mi vida. Mis padres me cuentan que dos años antes de mi nacimiento la vida en la tierra cambió radicalmente. Se bloquearon caminos, montañas, ríos, se obligo a las personas a vivir bajo la tierra. Para mí todo me resulta normal pero al parecer ellos conocieron una vida completamente diferente. Me hablan de despertar con la luz del sol en sus ventanas, sentir el aire fresco al salir de sus casas y la lluvia en sus rostros como una regalo de frescura caído del cielo. Cada que me cuentan sobre lo que llegaron a conocer, sus ojos se iluminan por unos instantes para después llenarse de lágrimas y contener la ira con los puños apretados.
Mamá me ayudó a preparar ropa especial para el viaje y me habló un poco del lugar al que voy hoy, le dicen “playa”. Ya he escuchado algunas cosas sobre la arena, palmeras, olas, todo éste año lo estuvimos estudiando en la escuela, la vida marina y los cuidados que se requieren. Es lo único que vemos en clase, para eso nos preparan día a día.
Aunque tengo la teoría y algunas imágenes mentales que he logrado aterrizar, nunca nos enseñan fotografías ni videos hasta el día de la simulación. Así que prácticamente voy con los ojos cerrados esperando sorprenderme con la naturaleza.
Al llegar al lugar donde todo ocurre, un gran domo de hierro abarrotado con muchos guardias y alambres electrificados, la maestra nos hace formarnos en filas para entregarnos equipo especial que debemos usar dentro del domo. No entiendo por qué se toman todas estas medidas si mamá me ha contado que solo se necesitaba un traje de baño, sandalias y una toalla para disfrutar de la playa. Al momento de entrar lo único que escucho son expresiones de asombro de todos mis compañeros y otros chicos de mi edad de otras escuelas, no podemos creer lo que estamos observando.
Ni toda mi imaginación podía haber creado tanta belleza, las nubes, las aves, el sol, siento como mi pecho se comprime ante tanta grandeza. Y de inmediato empiezan los gritos y las lágrimas de todos nosotros. Era de esperarse, no podemos contener tanto dolor en nuestros pechos y simplemente sollozamos tan fuerte que tienen que venir varios empleados a inyectarnos tranquilizantes. Al parecer siempre están preparados para eso, no me sorprende, debe ser la reacción más humana ante todo lo que está ocurriendo.
Después de unos minutos despertamos poco a poco acostados en la arena, no siento dolor, pero tampoco alegría, aún no entiendo qué nos inyectaron pero solo puedo perderme viendo el horizonte. No puedo creer las tonterías que hicieron nuestros antepasados para terminar en ésta situación, me siento sin fuerza, impotente ante todas las acciones que se tomaron y se siguen haciendo. Debe ser normal sentirse así en la primera simulación, somos jóvenes, la tercera generación con éste proceso.
La emoción con la que desperté se ha ido, poco a poco se pasa el calmante que está en mi cuerpo y voy adoptando la expresión que siempre le he visto a mis padres, a la mayoría de los adultos.
Ahora entiendo su coraje, sus lágrimas, la magnitud del desastre y las medidas que se fueron implementando con el paso de los años.